En la entrevista que este domingo(31/03/2019) hizo Jordi Évole al papa Francisco, Évole le hizo numerosas preguntas, pero Francisco sólo hizo una: «¿Es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema? ¿Es lícito alquilar a alguien que la elimine?»
El entrevistador ciñéndose a su papel no quiso responder porque había ido para hacer preguntas, no para responderlas, y porque el tema es muy complejo.
Se entiende la postura de Évole, aunque una vez terminado su trabajo, no dudo de que la pregunta continuará en su cabeza y alguna respuesta le habrá dado en su interior.
La cuestión de la complejidad del tema es otro cantar. Ciertamente puede ser un tema complejo, pero siempre que no se utilice esta razón para evitar buscar soluciones, estas sólo podrán encontrarse cuando se acuda a lo más principal.
Es muy interesante que el aborto se trate en su caso más extremo: un embarazo fruto de una violación, porque resuelto este se pueden resolver los otros casos más sencillos.
En una violación hay una violenta agresión física y psicológica de las que va a ser difícil recuperarse. También puede haber una concepción. La mujer se habrá visto lanzada a una situación dolorosa y problemática. Francisco defendió que no se puede eliminar una vida humana para resolver un problema. Que hay que partir de aquí y trabajar seriamente por ayudar a esa persona a recomponerse en la medida en que sea posible.
La pregunta que lanzó a Évole y a todos los que le escuchaban es si piensan que acabar con esa vida humana va a resolver el problema de la agresión a la mujer.
Es una cuestión capital, porque otros problemas que aparecieron: la inmigración, las «concertinas», los muros, etc. tendrán una solución muy distinta según se respete la vida de las personas más débiles, o no.