Cuando uno ve esta señal, sabe que se está dirigiendo a ninguna parte; cuando no la ve, llega un momento en el que si quiere continuar su viaje tiene que poner la marcha atrás para salir de la encerrona en la que se ha metido.
Paradójicamente pensamos que en el desarrollo de la sociedad siempre se avanza, y que la sociedad nunca se equivoca en las decisiones que toma. Hay como una cierta inquina a lo pasado, y un confianza ciega en la bondad del futuro.
La historia no está de acuerdo con esta premisa. Muchas veces la sociedad ha tenido que pararse para reflexionar sobre el camino que estaba recorriendo porque había señales de algún error. Este pensamiento que tiene su aplicación más inmediata en la realidad de la crisis actual y el desconcierto en el que estamos sumidos, debería aplicarse a otros aspectos de la cultura que estamos construyendo
Hace un mes el Times of India recogía la noticia de la sorpresa de unos agentes en Mubai al encontrarse en un envío de FedEx un recipiente con embriones humanos enviados desde EEUU para ser implantados en madres de alquiler indias. Los detenidos explicaron que no habían hecho nada ilegal y mostraron el procedimiento habitual para transportar embriones humanos a clínicas de madres de alquiler mediante distintas empresas de transporte.
Más recientemente en la Columbia Británica ha surgido una disputa entre una pareja y la madre de alquiler en torno al deseo de la pareja de abortar su bebé. The National Post informó que los padres se han enterado, mediante ultrasonido tomado durante su primer trimestre de vida, que el bebé probablemente tiene el síndrome de Down. La madre de alquiler, que tiene dos hijos, inicialmente no estuvo de acuerdo con los padres y decidió dar a luz el bebé; posteriormente decidió abortarlo, según el mismo periódico. Las partes habían firmado un acuerdo que leía que los padres no serían responsables del hijo si la madre de alquiler continuase con el embarazo en contra de los deseos de los padres.
Si por un momento nos abstraemos de todo y contemplamos únicamente estas dos noticias del último mes, ¿que reacción tenemos? La mía es que estamos estamos considerando a los bebés como un objeto fabricado bajo demanda y que debe pasar unos controles de calidad. Su propiedad debe dilucidarse en el ámbito mercantil de los contratos. Lo cual es un atentando gravísimo contra cualquier ser humano, y su aceptación es una degradación de la sociedad que lo acepta.
Puede ocurrir que habituados a las noticias de «bebés medicina», «madres abuelas», «hijos encargados», las noticias de este tipo resbalen sobre nuestra sensibilidad sin despertarla. Pero relexionemos un poco. ¿Hay algún límite en lo que se puede hacer con otro ser humano?
En este momento estamos por el no: no hay ningún límite; lo puede haber hoy, pero mañana podemos traspasarlo si así lo desea la sociedad. Pero ¿qué sociedad? Bueno, sus portavoces. Con lo que propiamente los límites los marcan los líderes sociales. Y, ¿cómo se llega a ser líder si uno quiere, por encima de todo, serlo?. El único camino es ser más fuerte que los demás, tener capacidad de control sobre las decisiones que no satisfagan la voluntad del lider.
Por eso me parece que hemos elegido el camino de que los más fuertes decidan qué hacer con el resto de los seres humanos. Realmente estamos aceptando el principio de que el fuerte, el que puede controlar a los demás, no debe tener ningún límite real. Tan sólo debe precaverse de que aparezca otro más fuerte que él. Evidentemente no se tratará, si no es necesario, de violencia física. Pero hay otros muchos medios para intentar conseguir el control del pensamiento social. Por ejemplo, usar deshonestamente los medios de comunicación, como podemos ver todos los días.
Quizá tenemos que empezar a pensar dónde hemos abandonado el camino bueno para avanzar por otro que no tiene salida. Empieza a ser el momento de relacionar la libertad individual con el respeto a la vida débil o indefensa. El avance que hemos dado en el desarrollo de las libertades individuales ha sido muy importante. Ahora tenemos que conseguir avanzar también en la experiencia de la responsabilidad de los efectos que el ejercicio de nuestra libertad provoca en los demás. Porque si mi libertad impide el desarrollo de la libertad de mis hermanos, con qué derecho la reclamo para mí.
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