El año pasado, una experta en transhumanismo de Oxford publicó “Future Superhuman: Our transhuman lives in a make-or-break century”. Elise Bohan, una australiana, argumentó que los «sacos de carne con cerebro de simio» (también conocidos como seres humanos) deben actualizarse con tecnología para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
Su libro ofreció la oportunidad de un interesante debate con Mary Harrington, columnista de Unherd, la revista británica en línea.
Harrington es una escéptica transhumanista. Dice que ya vivimos en una sociedad transhumanista en la que dependemos de la tecnología para satisfacer necesidades básicas. Y la experiencia ha sido totalmente negativa.
Esta era comenzó a mediados del siglo XX, con una innovación biomédica que cambió radicalmente lo que significa ser humano en el orden social humano: la tecnología reproductiva.
La píldora fue la primera tecnología transhumanista: no se propuso arreglar algo que estaba mal en la fisiología humana «normal» -en el sentido ameliorativo que tenía la medicina hasta ese momento-, sino que introdujo un paradigma totalmente nuevo. Se propuso interrumpir lo normal en aras de la libertad individual…
Casi todas las mujeres adultas del mundo desarrollado han aceptado implícitamente la creencia de que la plena personalidad de la mujer adulta depende estructuralmente de tecnologías que interrumpen la fertilidad femenina normal. Y según la definición con la que empecé, eso convierte a casi todas las mujeres adultas del mundo desarrollado en transhumanistas.
Observa que la tecnología, a pesar de sus promesas liberadoras, es un bien escaso que se rige por las reglas del mercado:
Y cuando la tecnología se utiliza para «liberarnos» del tipo de cosas dadas -como la fertilidad femenina normal- que antes se gestionaban, pragmáticamente, mediante normas sociales o legales, lo que la sustituye no es una «persona» humana libre de la «naturaleza», sino un mercado en el que esa «naturaleza» se convierte en un conjunto de problemas de oferta y demanda…
Ya estamos bien adentrados en la era transhumanista. Pero la historia hasta ahora sugiere que, lejos de ofrecer una utopía, lo que ofrece sobre todo es una mercantilización del cuerpo humano que beneficia desproporcionadamente a quienes ya tienen poder y privilegios.
También señala que el transhumanismo es incompatible con el humanismo a la antigua usanza. Si el transhumanismo se impusiera, se produciría una enorme revolución cultural y ética:
No puede haber transhumanismo sin desechar el humanismo. Y si las personas no son más que «sacos de carne con cerebro de simio», como describe Elise, que necesitan urgentemente una mejora, ¿qué razón podríamos tener para oponernos a un mercado de órganos humanos? ¿O al infanticidio? ¿O a la ingeniería genética de las masas para que sean más dóciles? Todo esto sólo es repugnante cuando se opone a una antropología humanista.
Publicada en Bioedge por Michael Cook | 31 de enero de 2022 | Are we already living in a transhumanist reality?
Comments 1
El Trans humanismo está presente ya aunque la ciencia ficción no ha llegado ni llegará el biopoder lo usa para dominar el mundo Está en el deterioro de la Personeidad y la humanidad