Legalizar la eutanasia se presenta como un aumento de las libertades de los individuos y en ese sentido parece atractivo. Efectivamente, si uno puede decidir sobre cuándo acabar con la propia vida, eso parece mejor que si no puede decidirlo sino tan sólo someterse a lo que ocurra.
El argumento del dolor insufrible que a veces se menciona para legalizarla, ya no es válido mas que en las sociedades que se resisten en reconocer los cuidados paliativos como un derecho de todos los ciudadanos. El dolor físico y psicológico se puede controlar.
Los argumentos que defienden la conveniencia de legalizar la eutanasia se reducen a uno: dejar la terminación de la vida a la decisión autónoma del individuo. Si no se permite algunos individuos se van a sentir frustrados en sus deseos. Además ellos no obligan a nadie a suicidarse, simplemente reivindican su derecho a hacerlo. Esto es verdad.
Sin embargo este planteamiento tiene un error de fondo: se parte de que somos individuos que ni debemos nada a nadie, ni nadie tiene derecho a exigirnos nada. Es decir que cada uno somos como islas sin puentes y autónomas respecto al continente.
La realidad es muy distinta. Todos nacemos de nuestras madres, y a nuestros padres les debemos la vida. Por tanto algo sí que debemos a los demás. Y no sólo la vida. Hemos recibido alimentación, educación, cariño, y tantas cosas que nos han permitido ser lo que somos. Por otra parte también hemos dedicado parte de nuestra existencia a sacar adelante a otras personas que, por ello, se han convertido en deudoras nuestras.
Por la misma razón, las decisiones que tomamos son personales, pero afectan a los demás. Admitir la eutanasia significa cambiar un principio básico de nuestra sociedad: la vida del inocente es intocable. Si se aprobase la eutanasia, a partir de ahora habría que decir que la vida es intocable, a no ser que él pida que se le quite, o que si no puede, que otros lo pidan por él.
Además legalizar la eutanasia significaría decir a los enfermos crónicos que por qué continúan gastando recursos que podrían utilizarse en otras necesidades sociales de los que sí tienen esperanza de vida porque están sanos. En fin, significaría decirles que por qué continúan viviendo si su vida no vale nada.
Legalizar la eutanasia es poner en manos de los profesionales sanitarios que se dedican a curar y a cuidar, la responsabilidad y al mismo tiempo el poder, de acabar con la vida de otros seres humanos.
Legalizar la eutanasia es respetar la autonomía de algunas personas, pero agredir la de otras muchas que, por ser débiles, merecerían un mayor cuidado. Al mismo tiempo significa decir a los que la eligen que a la sociedad no nos importa nada lo que hagan con su vida.
Comments 4
Es fácil hablar de cuidados paliativos y de vivir aun a costa de la poca o nula calidad de vida, cuando no se es quien esta en tal situación.
Como decimos enema país (México )
«No es lo mismo ver los toros desde la barrera, qué meterse a torear)
Creo firmemente en qué la decisión de aplicarse la eutanasia, quede en cada uno de los individuos qué están en el proceso.
Efectivamente la decisión siempre es personal, pero la legalización es algo que debe plantearse pensando no sólo en los deseos de algunas personas, sino en el interés general, o bien común.
La calidad de vida está ligada indisolublemente al amor que la rodea. Donde hay atención, cuidado, ternura, abunda la calidad de vida. Ese es el gran reto
Totalmente de acuerdo. Pero esta es una tarea para todos: cómo nos relacionamos con los demás