Se han publicado numerosos artículos en revistas de bioética sobre aspectos de la pandemia Covid-19. Pero el bioético Joseph Meaney, presidente del Centro Nacional Católico de Bioética, habla por experiencia personal. Estuvo hospitalizado durante cuatro días con un problema cardíaco casi fatal y tuvo que hacer frente a las restricciones del Covid-19 para las visitas. Reflexionó sobre su experiencia con un periodista en Crux.
Los hospitales deben reconocer el derecho a no morir solos:
Ciertos hospitales e instalaciones de atención médica, en particular los hogares de ancianos, establecieron restricciones draconianas a las visitas como reacción a la pandemia del COVID-19. El resultado de estas políticas fue la prevención de que los miembros de la familia o el clero pudieran acercarse a la cama de muchos moribundos como quisieran. Un gran número de personas solo tenían personal médico a su alrededor cuando murieron. Se trataba de tragedias evitables y especialmente graves desde el punto de vista espiritual, ya que los últimos ritos solo pueden darse en persona y pueden ser fundamentales para preparar a una persona para la muerte y su alma para la vida eterna a través del perdón de los pecados.
Muchas instituciones tienen una jerarquía de valores errónea.
Lo que creo que falta es una comprensión compasiva de los derechos humanos. Para algunos humanistas seculares podría ser cierto que no hay mayor valor que preservar la vida física de la persona y que no creen en la vida después de la muerte. Tienen derecho a mantener esta creencia, pero no tienen derecho a imponerla a otros. Para los católicos y muchos otros creyentes hay cosas peores que la muerte o más importantes que reducir el riesgo de muerte.
Las consideraciones utilitarias no son suficientes
Lo que asusta es la ceguera ante el dolor y el sufrimiento que se impone irrazonablemente a los pacientes y sus familias. La empatía requiere que intentemos comprender los sentimientos y creencias de los demás. Si lo que se solicita es imposible o claramente perjudicial, se puede rechazar. Si una persona valora algo tremendamente, se le debe dar un gran peso. Nadie debería verse obligado a cooperar con el mal y violar su conciencia bien formada, pero lo que veo que sucede con los moribundos es un cálculo frío. Es más barato y más fácil simplemente negar las visitas y puede reducir el riesgo de contagio.
Publicada en Bioedge por Michael Cook | 22 de noviembre de 2020 |Bioethicist speaks about his own clash with Covid restrictions