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¿Sin muerte cerebral? Ningún problema

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Un nuevo Protocolo de Trasplante de Órganos está suscitando un importante debate: el NRP-cDCD (perfusión regional normotérmica con donación controlada tras muerte circulatoria ).

En los procedimientos más conocidos de recuperación de órganos , los pacientes son declarados con muerte cerebral pero permanecen con soporte vital: sus corazones laten, sus pulmones respiran. Los cirujanos extraen los órganos para el trasplante y luego se apaga el sistema de soporte vital.

En un trasplante NRP-cDCD  de un corazón, u otro órgano como el hígado, se funciona distinto. El punto de partida es un paciente del que se ha tomado la decisión de suspensión de la terapia activa, generalmente ventilación artificial, por inutilidad de continuar el tratamiento.  Se obtiene el consentimiento para trasplantar algunos de sus órganos. Después se retira el soporte vital y, si todo va según lo planeado, el corazón del paciente se detiene.

Luego hay un período de «punto muerto» de unos minutos para ver si el paciente revive. De lo contrario, el paciente es declarado muerto (muerte circulatoria, o DCD en inglés). Sus órganos pueden ser removidos. Entonces el equipo quirúrgico se pone a trabajar. Por una parte se corta el flujo de sangre al cerebro. Pero por otra  el corazón se reinicia con la ayuda de una máquina de derivación y los órganos se examinan y extraen en 45 minutos.

Después de una «primera muerte», el paciente es, por lo tanto, «resucitado», solo lo suficiente para garantizar trasplantes de mejor calidad.

Las ventajas

La principal ventaja es la posibilidad de aumentar el número de trasplantes. En un artículo reciente podemos leer: se espera que esta técnica pueda aumentar el número de corazones donados utilizables hasta en un 30% en el futuro, lo que ayudaría a hacer frente a la escasez de órganos para trasplantes. En 2021, 54 países comunicaron al Observatorio Mundial de Donaciones y Trasplantes (GODT) 8.409 trasplantes de corazón. Esta actividad contrasta con los 21.935 pacientes que estaban en lista de espera para un trasplante de corazón durante el año 2021, de los cuales 1.511 murieron mientras esperaban y muchos otros enfermaron demasiado para recibir un trasplante.

La segunda ventaja es el abaratamiento. Los sistemas de mantenimiento de órganos son caros, cuestan alrededor de 400.000 dólares por máquina más 75.000 dólares adicionales en consumibles por cada órgano trasplantado. Cuando se trasplanta in situ en el cuerpo del donante  se calcula que cuesta unos 3.000 dólares.

La regla del donante muerto

A pesar de sus «beneficios», la técnica es criticada. “  Imagínese que usted es un observador externo que observa cómo se desarrolla este procedimiento. Sería incapaz de distinguir si se trata de un trasplante de órganos o de una reanimación del paciente  ”, dice el Dr. Matthew DeCamp, bioético de la Universidad de Colorado y consultor del American College of Physicians (ACP). Se están tomando “medidas activas para asegurar la progresión hacia la muerte cerebral”.

En 2021,la ACP señaló «se revierte la circulación, por lo que había sido declarado muerto el paciente, y se impide la circulación cerebral, para impedir que se pueda producir la  recuperación cerebral«.

«Es trágico que un paciente muera en espera de un órgano necesario. Pero la obtención y el trasplante deben cumplir unas normas éticas para satisfacer esta necesidad. NRP-cDCD plantea profundas cuestiones éticas a la regla del donante fallecido, fundamentalmente a las obligaciones éticas de respeto, beneficencia y justicia, y al imperativo categórico de no utilizar nunca a una persona como mero medio para servir a los fines de otro, por muy nobles o buenos que sean esos fines.
Las cuestiones y preocupaciones que aquí se plantean no se han examinado adecuadamente hasta la fecha.

Una regla que, sin embargo, podría ignorarse cada vez más, en nombre del «altruismo», cuando las donaciones de órganos se realizan después de la eutanasia (cf. Quebec: el 15% de los donantes de órganos han sido eutansiados ). También se saltaría esta regla la propuesta de una investigadora Didde B. Andersen, de «permitir que las personas se conviertan en donantes de órganos vitales en vida aunque no estén a punto de morir«.  Porque aceptar sólo a enfermos terminales como donantes aptos para la donación de órganos en vida «sería cuestionablemente paternalista», La muerte por donación de órganos en definitiva, para intentar encontrarle un sentido.

Referencias:

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