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¡Dos errores no hacen un acierto, Sr. Trump!

Ni tan siquiera la maldad del terrorismo puede justificar la tortura

El miércoles 25 de enero de 2017 salió a la luz el borrador de una nueva orden ejecutiva que permitiría la re apertura de las cárceles secretas de la CIA (lugares fuera de los EEUU donde no están prohibidas algunas formas más tortuosas de interrogatorio) y la vuelta al uso o de técnicas de interrogación mejoradas (que muchos consideraran tortura).

Trump manifestó públicamente que cree que la tortura funciona y que debería reinstaurarse su uso.

Para Trump La justificación de la tortura es que sin ella no jugamos en las mismas condiciones. Defiende que ya que los terroristas torturan a la gente, debemos poder hacer lo mismo.

Señor Trump, dos errores no hacen un acierto

La tortura es simplemente un error. Es la inflicción voluntaria de un daño sobre otro ser humano, lo que viola el concepto de la no maleficencia. También destruye la dignidad y autonomía de la persona. La tortura desafía el principio kantiano de humanidad: las víctimas de tortura son tratadas puramente como medios para alcanzar un fin, el fin de obtener información.

Legalmente la tortura es contraria a la Convención de Ginebra y la  Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU. Claro que algunos defenderían que los detenidos no son prisioneros de guerra y por ello no están cubiertos por los artículos de la Convención. Y los EEUU están en las puertas de abandonar la ONU de todas formas (ver también aquí). El Tribunal Penal Internacional describe la tortura como un crimen contra la humanidad (EEUU no es miembro del Tribunal).

Cuando capturas y retienes a personas contra su voluntad y la de sus gobiernos; y cuando niegas derechos básicos de cualquier persona que vive dentro de tus fronteras, esas personas se convierten de facto en tus prisioneros. Y un prisionero merece protección bajo las directrices de la ley internacional.

Para mayor consideración, recordemos que la misma CIA en su informe de 2014 encontraba la “interrogación mejorada” que incluye técnicas como el ahogamiento simulado no funcionan. La tortura no proporciona ninguna información que no pudiera saberse a través de otras técnicas más humanas.

Bajo tortura la gente dirá casi cualquier cosa que le pidas. A menudo, lo que informan tiende a no ser falso porque la declaración se ve influida por lo que el torturador quería que se dijese. El general retirado Mattis dijo que podría sacar más tratando a alguien humanamente (dándole cigarrillos y una cerveza) que con la técnica del ahogamiento simulado. El Nuevo jefe de la CIA de Trump declaró en sus actos de confirmación del cargo que no usaría la tortura.

La argumentación de que “si ellos lo hacen nosotros también” es una falacia de la lógica. Los EEUU han sido siempre símbolo de libertad y de justicia para gran parte del mundo. Se supone que somos un pueblo con aspiraciones; una nación construida sobre la base de la ética de las libertades individuales y globales que inspira al mundo. Revolcarse en el fango no es la manera de ser símbolo de la libertad ni tampoco una forma de servir como modelo de democracia para otras naciones. Por supuesto que la Unidad de Inteligencia de The Economist ha degradado nuestro Sistema de gobierno hasta el nivel de una democracia tarada, incluso antes de que Trump llegara al poder. Este departamento del The Economist mantiene que la democracia en el mundo desarrollado está hoy bajo amenaza.

Nuestro lugar como nación de valores, esperanza y aspiraciones está en riesgo. Cuando anteriormente ejercíamos la tortura, violábamos nuestros principios y virtudes y, comenzar de Nuevo ahora, sería peor que la primera vez: esto significaría que no aprendimos nada de nuestros errores. La tortura es mala legal, ética y moralmente considerada.

Por Craig Klugman : Two wrongs do not make a right, Mr Trump!
30 de Enero de 2017
Traducción: @jordipicazo, profesor y periodista. www.roterdamus.com


El profesor Craig Klugman es experto en bioética y antropólogo médico; catedrático del departamento de ciencias de la salud de De Paul University en Chicago. Este artículo fue publicado en primer lugar en el blog: the blog of the American Journal of Bioethics y ha sido re publicado aquí con los debidos permisos.

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