El 22 de febrero de 2012, durante una visita a la Genopole de Evry, Franí§ois Hollande, candidato del PS, declaró: «Si los franceses ponen su confianza en mí el próximo 6 de mayo, inmediatamente pediré al Parlamento una modificación de la ley bioética de 2011 con el fin de permitir la investigación con células madre embrionarias«.Agregó que «la investigacióndebera tener como marco (…) evitar la mercantilización de los cuerpos humanos. »
Vuelve a ponerse en el candelero un tema tan controvertido como es la destrucción de embriones humanos para obtener células madres embrionarias.
No sólo en España las leyes referidas a la bioética son utilizadas como banderas políticas para descalificar al contrario, también en Francia, se deja a merced del interés político lo que afecta a la vida humana.
Podría parecer que en los temas que afectan más directamente al futuro de la sociedad -educación, familia, vida, justicia- debería darse un deseo universal de llegar a posiciones lo más comunes posible, de tal modo que permaneciesen estables en el tiempo.
La realidad cotidiana muestra lo contrario: con tal de diferenciarse del oponente todo vale. Como si en los seres humanos no fuera más lo común que lo diferente. Se dirá que todos aceptamos muchos principios comunes: constitucionales, de derecho internacional, etc. Pero en la práctica esto no es completamente cierto porque basta con atribuir al mismo término contenidos contradictorios para romper el acuerdo básico, aunque permanezcan las mismas palabras.
El ejemplo que encabeza este post es significativo. Pienso que no existe un candidato francés que no proclame públicamente su defensa de la dignidad de la vida humana. Pero esto es lo máximo que se concede: una afirmación formal. Cuando se trata de concretar las medidas para ejercer una tutela real de esa dignidad las propuestas no es que sean diversas, en algunos casos son contradictorias. Entendería que hubiese matices y acentos en unas propuestas u otras. Pero es difícil entender que puedan ser opuestas
Se dirá que eso manifiesta la pluralidad de una sociedad, cuando en realidad evidencia la falta de interés por encontrar un bien común para todos. Se puede defender una subida o bajada de impuestos, un mayor o menor control de los bienes de producción… Pero no se puede hacer propuestas que para unos son salvar vidas humanas y para otros acabar con ellas. Antes tenemos que sentarnos para ponernos mínimamente de acuerdo. Y esto no lo está promoviendo la clase política.
Las declaraciones de Mr. Hollande ponen una vez más de manifiesto un engaño social en el que vivimos. Nos hemos creído que cuanto mayor capacidad de elegir tenemos los que ahora somos fuertes, más avanzada es nuestra sociedad. Cada vez más negamos posibilidad de vida para los débiles, e incluso lo justificamos con que «no les compensa vivir». Olvidamos que todos pasamos con más frecuencia de lo que nos gustaría por la categoría de débiles, y que, por tanto, estamos echando piedras contra nuestro propio tejado.
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