Ayer, una de las principales revistas médicas de Estados Unidos, JAMA*, publicó un editorial en el que pedía más ayuda para los jóvenes transgénero a fin de evitar que se suicidaran.
«En el tiempo que te ha llevado leer esto, un joven transgénero ha intentado suicidarse«, decía.
Los autores, del Hospital Infantil de Connecticut y la Facultad de Medicina de la Universidad de Connecticut, extrajeron sus desconcertantes estadísticas de una encuesta en línea realizada por un importante grupo de presión LGBTQI+. El Proyecto Trevor informó el año pasado que el 14 por ciento de los jóvenes LGBTQ habían intentado suicidarse y el 41 por ciento había considerado suicidarse.
A la luz de la creciente resistencia entre los médicos y en las legislaturas estatales a la medicalización de la disforia de género, los autores declaran que:
«Ahora es el momento de aumentar, no de obstaculizar, las opciones de atención. Ahora es el momento de que los hospitales pediátricos se unan, cuiden, protejan, honren y den la bienvenida a nuestros jóvenes transgénero».
Cifras como las publicadas en JAMA son una pesadilla para los padres de niños que luchan con su sexualidad. Apoyan la aterradora idea de que solo tienen dos opciones: un niño trans o un niño muerto.
Pero, ¿son fiables?
Probablemente no.
Casualmente, al otro lado del Atlántico, se está produciendo un debate aún más vehemente sobre la eficacia de la medicina transpediátrica. El Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés) de Inglaterra cerró el principal servicio de género del país en marzo después de una larga y exhaustiva revisión de la evidencia. Por el momento, los bloqueadores de la pubertad solo están disponibles de forma experimental. No se prescriben como algo natural.
Esto ha enfurecido al lobby trans.
En X (antes Twitter), la gente ha afirmado repetidamente que ha habido un aumento, incluso una explosión, en los suicidios. Se dice que un paciente se suicidó en tres años mientras esperaba tratamiento antes de que el NHS restringiera los bloqueadores de la pubertad, pero 16 murieron en los tres años siguientes.
Estas acusaciones eran tan alarmantes que el NHS encargó a un experto en prevención del suicidio que las estudiara. Sus conclusiones son relevantes para los padres y los médicos de ambos lados del Atlántico, y para los editores de JAMA.
El profesor Louis Appleby, de la Universidad de Manchester, encontró que:
«La evidencia sobre el riesgo de suicidio en niños y jóvenes con disforia de género es generalmente pobre». Agregó que: «Los datos no respaldan la afirmación de que ha habido un gran aumento en el suicidio en pacientes jóvenes con disforia de género en el Tavistock.«
En lugar del dramático aumento de las muertes, descubrió que había habido 5 suicidios entre estos niños antes de la decisión y 7 después, estadísticamente no había diferencia.
Y señaló, junto con muchos otros observadores, que los niños que se suicidaron tenían muchos otros problemas de salud mental:
«Enfermedades mentales, experiencias traumáticas, ruptura familiar y estar bajo cuidado o bajo servicios infantiles».
Las afirmaciones extraordinarias –en este caso, afirmaciones de las que dependen vidas– deben estar respaldadas con pruebas extraordinariamente sólidas. Y este no ha sido el caso, dijo el profesor Appleby:
«Los grupos de campaña suelen ser selectivos con respecto a las pruebas: no hay nada malo en ello hasta que se vuelve engañosa y potencialmente dañina. Las pruebas que se han hecho públicas de una «explosión» de suicidios no son imparciales ni han sido verificadas de forma independiente. Parece que no hay experiencia en suicidio detrás de las afirmaciones».
En cuanto a la retórica desplegada por los activistas trans en el Reino Unido, el profesor Appleby tuvo algunas palabras muy fuertes: hablar descuidadamente sobre el suicidio en las redes sociales es «insensible, angustiante y peligroso, y va en contra de la orientación sobre la denuncia segura del suicidio».
Señaló que es bastante probable que:
«Los jóvenes y sus familias estén aterrorizados por las predicciones de que el suicidio es inevitable sin bloqueadores de la pubertad».
Algunos jóvenes escucharán el mensaje de que:
«Las personas como tú, que enfrentan problemas similares, se están suicidando» y sucumbirán a los impulsos de suicidarse o autolesionarse.
«El suicidio no debería ser un eslogan o un medio para ganar una discusión», escribe.
Deben permitir que Helen Joyce, autora de Trans: When Ideology Meets Reality, y ex editora de The Economist, tenga la última palabra:
«Es el chantaje moral más repugnante que he visto en mi vida sobre cualquier tema, es decirles a los padres ‘deben hacer esto o de lo contrario su hijo se suicidará'».
Y así es precisamente como el editorial de JAMA ha tratado de manipular a sus lectores.
*Revista de la Asociación Médica Americana
Publicada en Mercatornet por Michael Cook | 26 de julio de 2024 | Leading US medical journal tries to terrify parents of trans kids
