Donald Trump ha sido elegido Presidente de los Estados Unidos de Norte América esta misma semana en un marco de “cambio”, aunque no es muy probable que la Bioética sea una de las prioridades en su agenda. No hay, ni remotamente hablando, ningún aspecto relacionado con la Bioética en su plan para los primeros 100 días, el conocido “Contrato de Donald Trump con el Votante Americano”, que fue hecho público durante su campaña electoral en octubre. Tendremos que leer en los posos del café, y como siempre en estos casos de adivinación, el futuro que predicen es vago.
La mayoría de personas que trabajan en el campo de la ciencia, como en el de la medicina y la bioética, se sienten un poco escépticos con la perspectiva Trump. La Academia Americana de Física (APS) se vio forzada a retirar un comunicado de Prensa que solicitaba encarecidamente al Presidente electo Donald Trump “Hacer de América una nación grande de nuevo”, reforzando el “liderazgo científico”. Un científico tuiteó: “¿Por qué no ir con el lema ‘Físicos por el fascismo’ y listos?’”
Reacciones más moderadas fueron las mostradas por Jonathan Moreno, de la Universidad de Pennsylvania, y Art Caplan. Del New York University’s Langone Medical Center, ambos académicos de gran prestigio en el terreno de la intersección entre la bioética y la política.
Moreno señala que de entre los últimos Presidentes algunos crearon comisiones de bioética para que le aconsejaran sobre temas controvertidos. Si Trump sigue su ejemplo, probablemente el antiguo presidenciable Dr. Ben Carson jugará un papel destacado ya que fue en su día miembro de la Comisión del Presidente George W. Bush. Carson es claramente Pro-Vida como también lo es el vice-presidente electo Mike Pence, encargado del equipo de transición. Puede que se opongan a ciertas líneas de investigación en el campo de la ingeniería genética, área que muestra una muy rápida evolución.
Sin embargo Trump está manifiestamente en oposición a las regulaciones gubernamentales, por lo que su administración puede no querer prohibir la investigación si significara un mayor perfil de competencia frente a otros países.
Caplan augura un futuro triste y oscuro. “Ya que, nos guste o no, Trump representa el triunfo de un conjunto de valores, la bioética debe ciertamente auto evaluarse y mostrar su lado fuerte para poder afrontar esta contienda. Si tenemos que perdurar, no hay espacio para el elitismo, el esnobismo, la pretenciosidad o una superioridad moral en futuro que nos espera”.
Caplan cree firmemente que la Victoria de Trump revivirá las guerras culturales de la era Bush, marcando los “paleocons y la derecha religiosa” la agenda en los debates sobre el aborto, la objeción de conciencia, la agenda trans, la inteligencia artificial y mejora de capacidades, y áreas similares.
“Veo que los tiempos que nos vienen serán difíciles para los Estados Unidos en lo que concierne a las políticas públicas basadas en evidencias científicas de América. Veremos un alejamiento y una disminución del respeto hacia los métodos empíricos y la búsqueda de evidencia científica. La noción misma de que lo datos verificados deben ser los que marquen las políticas gubernamentales es ya ahora un simple punto de vista, no un principio moral por el que regirse”.
Una cosa es cierta. La bioética en la era Trump tendrá un maquillaje muy diferente al que tuvo en la era Clinton. Como adalid de los derechos reproductivos, Hillary Clinton hubiera defendido el Obamacare, el aborto y la contracepción y hubiera limitado la libertad de conciencia. Probablemente se hubiera promovido la eutanasia. Pero hasta que el nuevo Presidente esté al mando es difícil saber qué papel jugara la bioética, si es que va a jugar alguno, en hacer de América de nuevo una gran nación.
Traducción Jordi Picazo
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Comments 1
Al menos se vislumbra una esperanza. Lo que no hubiera sucedido si hubiese ganado Hillary