El Tribunal de Apelaciones de Gran Bretaña rechazó la apelación de Heidi Crowter contra la ley de Aborto de 1967. Esa ley permite abortar hasta el momento del nacimiento cuando hay un riesgo de que el niño sufra una malformación física o mental severa.
Los detalles jurídicos de todo el proceso se pueden encontrar en un magnífico post de Nicolás Lafferriere en el Centro de Bioética.
La apelación se había presentado por Heidi Crowter, de 27 años y con Síndrome de Down. Defendía que la ley discrimina a las personas discapacitadas al juzgar su vida de menor valor que la que no tiene esa discapacidad. El Tribunal ha respondido que aunque pueda sentirse ofendida o molesta, el aborto es una decisión de la mujer.
Lo que viene a decírsele es que se aguante con ser discriminada y considerada como de menor valor. Llama la atención la casi coincidencia en el tiempo con lo ocurrido en Francia y el Tribunal de Derechos Humanos en septiembre de 2022. El TEDH emitió su decisión de no admitir la reclamación de la Fundación Lejeune y de Ines (una persona con síndrome de Down). Habían reclamado contra la censura puesta por el Consejo Superior Audiovisual francés que había censurado el video “ Dear Future Mum – Querida futura mamá”
Sentenciaron que las personas con Síndrome de Down no pueden manifestar su felicidad ante el público general, sino sólo ante los espectadores que específicamente lo pidan. Los espectadores no deben enfrentarse a la felicidad de las personas con síndrome de Down, con el pretexto de que puede hacer que algunas personas se sientan culpables.
Cuando se admite el aborto, todos perdemos. Si admitimos privar de la vida a un ser humano porque es más débil que otros, o poco productivo, o porque va a requerir cuidados, y, en definitiva, porque no es fuerte y no se va a defender, es señal de que esa sociedad está en peligro.
Nuestra sociedad -los legisladores y los legislados que acatan- ha dado otro paso adelante y hacia abajo, precipitándose hacia su desaparición. Se deben reconocer los derechos de la mujer, pero entre ellos no puede estar el de matar al ser humano que lleva en su seno.
Aceptar la eugenesia con normalidad, significa que la sociedad nos va a proteger menos, y si la sociedad no nos protege, ¿quién lo va a hacer? ¿Quién va a cuidar del vulnerable? Por este camino solo el fuerte se siente seguro. Pero todos acabaremos siendo débiles. Todos podemos acabar siendo maltratados por esta sociedad.
Si se acepta poner el valor de la libertad individual por encima del valor de la vida de una persona discapacitada, esa sociedad esta seriamente enferma. Y los enfermos o se curan o mueren.
La medicina real que puede curar es volver a respetar el valor de la vida desde la concepción, y desde esa perspectiva y sin trasgredirla, buscar solución a los problemas ciertos y también reales que puede presentar el embarazo en la vida de algunas mujeres.
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