Nacido hombre y casado con su esposa, con la que tiene dos hijos. Tras 10 años de matrimonio pide el cambio de mención de su sexo en el registro civil , para identificarse como mujer: Claire. No se somete a ninguna operación y conserva sus órganos masculinos funcionales.
Fruto de la unión conyugal, su esposa ha concebido un nuevo hijo. Claire ha solicitado a los tribunales que en el certificado del nacimiento del niño sea designada como «madre». Tras diversas sentencias, el Tribunal de Apelación de Toulouse ha ordenado que la mención del esposo que se ha convertido civilmente en mujer sea la de «madre».
La situación real es que tenemos a un padre de dos hijos que es madre de un tercer hijo. La relación con los tres es la misma: los espermatozoides. Pero su voluntad impone que toda la relación familiar quede trastocada: tres hermanos tienen la misma madre, dos el mismo padre y este hace que el tercero tenga dos madres y ningún padre.
En verdad la realidad no ha cambiado en absoluto, pero los deseos de una persona hace que cambie toda la realidad civil de los demás. No son deseos que deban ser respetados por la sociedad, aunque puedan ser vividos en la individualidad. No deben ser reconocidos porque afectan a terceros, aunque sean niños y no puedan quejarse.
Para algunos puede ser el triunfo de la fuerza del poder de la voluntad sobre toda realidad. Pero en verdad es una manifestación del deterioro de las mentes encerradas sobre sí mismas y desconectadas del mundo real.
Las leyes tienen una función ordenadora del bien común y de la participación social. Pero cuando conducen a este desorden social, queda patente que su único valor es la fuerza del poder con el que son impuestas y jaleadas por grupos y medios de comunicación. Son leyes depravadas que empujan hacia el mal social y la infelicidad de las personas.
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