domingo, 15 de junio de 2025

Reproducción asistida y maternidad subrogada: el silencio sobre el destino del niño

69
VIEWS

Krystena Murray, una estadounidense de 38 años que recurrió a la fecundación in vitro (FIV), dio a luz a un bebé de piel negra, a pesar de que ni ella ni el donante de gametos lo son. La clínica reconoció su “error”: se le implantó el embrión de otra pareja.

Esta historia pone de relieve el dolor de una mujer que se vio “convertida en madre subrogada contra su voluntad”, mientras que casi nadie menciona el drama vivido por el niño, cuya posible angustia y cuyo interés superior han sido ignorados.

Anne Schaub, psicoterapeuta especializada desde hace casi 25 años en el análisis y tratamiento de la memoria prenatal, analiza para Gènéthique las lecciones que deja este caso. A continuación, su análisis.

Lo que vivió Krystena Murray es una verdadera tragedia. Es comprensible que la historia de esta madre engañada cause conmoción. Sin embargo, toda la atención se centra únicamente en ella.

¿Quién, en otras historias, se conmueve por el niño que es engañado al ser implantado deliberadamente —y sin su consentimiento— en el vientre de una desconocida, para luego ser entregado, o incluso vendido, a los padres comitentes, con o sin vínculo genético, como ocurre en todos los casos de gestación por sustitución (GPA)?

En lo que respecta a estos niños, ¿quién se atreve a hablar de “error”? Estas prácticas son aceptadas sin una reflexión profunda. El niño no tiene voz, no puede hablar para oponerse. No puede, como lo hace esta madre, reclamar justicia.

Sufrimiento silencioso

Krystena Murray explica que nunca podrá recuperarse de esa separación, y evidentemente, se puede entender. Pero, ¿Qué decir de los niños nacidos mediante gestación subrogada (GPA), como Olivia Maurel, que luchan con obsesivas batallas psíquicas para intentar recuperarse?

Los desafíos para los niños nacidos mediante reproducción médicamente asistida (PMA) con donante no son menores. La vida que comienza en un laboratorio, en una caja de Petri, priva desde el inicio al niño del envoltorio corporal materno, rico en una cantidad de transmisiones afectivas. La procreación es una historia subterránea, silenciosa, pero que puede hacerse ruidosa en la vida.

¿Cuántos sufren en silencio, atrapados en conflictos de lealtad inextricables, agravados por una deuda de existencia?

Olivia Maurel da testimonio de su encuentro con muchos niños nacidos por gestación subrogada (GPA): se callan por el terror que sienten ante la idea de perder nuevamente a sus padres. Pocos están dispuestos a enfrentar una situación así. Olivia Maurel lo hizo… y soporta la ruptura con sus padres. A pesar de eso, no les guarda rencor, sino que culpa al sistema.

Prácticas contra natura

Por un lado, la sociedad resalta la primacía del vínculo genético, hasta el punto de arrancar a un niño de la madre que lo ha gestado “por error” para devolverlo a los padres genéticos, pero considera banal y acepta, sin inmutarse, las procreaciones técnicas con donantes.

El testimonio de Krystena Murray es impactante: aunque se da cuenta de que no es su bebé desde el punto de vista genético, le arrancan la carne de su carne. Ella habría querido quedarse con ese niño.

Esta madre, convencida de estar gestando a su propio hijo, se encariñó con él. ¿Significa esto que todo dependería del pensamiento?

¿Una madre subrogada, sabiendo que el niño que lleva no es suyo, tendría más facilidad para no apegarse a él?

Cabe señalar que el “desapego” es la consigna impuesta a las madres subrogadas por las agencias de gestación por sustitución. Pero estas mujeres se engañan a sí mismas. Creen que pueden hacerlo, sin darse cuenta de que la naturaleza humana y sus principios fundamentales pueden imponerse.

La sinfonía hormonal propia de todo embarazo actúa en el cuerpo de la madre para que ese pequeño embrión se convierta en “su” bebé, y así se cree un vínculo afectivo.

Sería interesante realizar estudios sobre la depresión postparto en madres subrogadas. Que esta sea más frecuente en ellas, dado este factor hormonal que crea biológicamente un apego recíproco, no sorprendería a nadie.

En cuanto al microquimerismo fetal, este demuestra que las células fetales pueden permanecer en la médula sanguínea de las mujeres hasta 30 años después de cada feto gestado. Así, hay muchas posibilidades de que el niño llevado en el vientre de una madre subrogada y del cual se separó, se le haga presente a lo largo de su vida.

«Nada puede expresar el impacto y la sensación de violación que representa enterarte de que tu médico introdujo en tu cuerpo el embrión de una desconocida», declara Krystena Murray. La mujer no está hecha para gestar el embrión de otra persona. Ningún mamífero actúa así: es contra natura.

Una mujer que acepta ser madre subrogada se ve obligada a apagar ciertos “interruptores humanos”. Se obliga a una escisión interna, desconectándose de su instinto maternal para permitir un proceso completamente antinatural, “anti-maternal”.

El mundo se alarma por la ecología de la naturaleza, pero ¿Qué decir de los excesos cometidos en el campo de la procreación, que evidencian una ausencia total de ecología humana en los comienzos de la vida?

Un silencio cómplice sobre el destino del niño

Inducir una separación psíquica con el niño gestado es un factor traumático que se inscribe en los primeros pliegues de la vida del embrión. La necesidad primordial del niño es, precisamente, la calidad del apego materno, fuente de influencia en su desarrollo afectivo y relacional. Pase lo que pase con la mujer embarazada, el niño —so pena de perderse— se apegará.

Este niño de cinco meses, gestado por Krystena Murray, es arrancado de los brazos de quien, para él, es verdaderamente su madre: aquella que lo acunó, lo alimentó con su sangre y a quien está unido con todos sus sentidos y con todo su ser.

Es un drama innombrable, una herida de abandono que lo marcará de por vida. Y sin embargo, no se habla de ello. Si se alzan voces, es esencialmente en torno a la mujer; las feministas, con razón, se oponen al uso del cuerpo femenino, prácticamente reducido a la esclavitud por la maternidad subrogada.

Pero ¿quién se preocupa por el más vulnerable, por aquel que no tiene voz: el niño? Instrumentalizado, manipulado por la técnica, se convierte en objeto de los deseos más fantasiosos, en detrimento de su dignidad como sujeto.

Este silencio, esta omertá sobre el destino del niño plantea preguntas. Si la desgracia de esta madre escandaliza, hay que recordar que desde el inicio se tomaron decisiones adultas. El niño, en cambio, no tiene ninguna posibilidad de elección; solo puede sufrir las consecuencias.

 

Publicada en Genethique | 03 de marzo de 2025 | PMA, GPA : Omerta sur le sort de l’enfant

Print Friendly, PDF & Email

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Curso on-line de Iniciación a la Bioética

Podrás hacerlo a tu ritmo

Mi Manual de Bioética

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies