Si la “cultura de la cancelación” está apuntando a los eugenistas, hay candidatos más que suficientes. Uno de los más destacados es Robert Edwards, que ganó el Premio Nobel de Medicina en 2010 por desarrollar la fertilización in vitro.
Como recuerda a los lectores Gina Maranto, escritora del Biopolitical Times , él era un eugenista incondicional:
Edwards fue durante mucho tiempo miembro y fideicomisario de la Sociedad de Eugenesia del Reino Unido y luego, bajo su nuevo nombre, la Sociedad Galton, como Osagie Obasogie detalló en Scientific American en 2013. En un artículo de diciembre de 1970 en la misma publicación, Edwards y [Ruth] Fowler [su esposa] previeron y abrazaron la posibilidad de que la FIV permitiera la selección de embriones según sus características genéticas, incluyendo «la elección de blastocitos masculinos o femeninos».
También previeron otras manipulaciones de embriones, escribiendo que si bien tales experimentos presentarían «desafíos a una serie de conceptos sociales y éticos establecidos«, traerían grandes recompensas. Edwards reconoció implícitamente las intervenciones eugenésicas de su trabajo en 1999 cuando dijo: «Pronto será un pecado de los padres tener un hijo que lleve la pesada carga de las enfermedades genéticas». Estamos entrando en un mundo en el que tenemos que considerar la calidad de nuestros hijos«
Edwards no sólo se preocupaba por evitar una discapacidad grave. La eugenesia era para él una oportunidad para elevar el nivel de habilidad en la sociedad: «cualquier método [científico] de valor potencial para elevar los estándares humanos debería ser considerado, y la clonación [reproductiva humana] podría contribuir a este fin proporcionando reservas de talento«, dijo en 1974.
En 2003 le comentó al London’s Times: «[La FIV] fue un logro fantástico, pero se trataba de algo más que de la infertilidad. También se trataba de temas como las células madre y la ética de la concepción humana. Quería saber exactamente quién estaba a cargo, si era el mismo Dios o si eran los científicos del laboratorio.» Y lo que descubrió fue que «fuimos nosotros».
La arrogancia de este alarde sugiere que Edwards no sólo era consciente de la posibilidad eugenista de la fecundación in vitro; para él éste era su propósito final. Afortunadamente para su memoria, nadie ha erigido una estatua de él.
Publicada en Bioedge por Michael Cook | 2 de agosto de 2020 |Did Nobel laureate Robert Edwards get his gong for enabling eugenics?