El argumento a favor del suicidio asistido y la eutanasia se basa directamente en la doctrina de la autonomía. Como ha señalado The Economist: “Algunos activistas por los derechos de los discapacitados consideran que la idea de que la muerte podría ser mejor que una enfermedad crónica equivale a declarar a las personas discapacitadas de menor valor. Lo consideramos como una expresión de su autonomía”.
Pero incluso si se concede esto, ¿cómo se puede saber que las personas realmente están tomando una decisión autónoma para poner fin a sus vidas? La adicción, el lavado de cerebro, el trauma o la fatiga obviamente disminuyen la autonomía personal. ¿Existen otros factores?
Dos bioeticistas australianos abordan este problema en el Journal of Law, Medicine & Ethics. Sostienen que la depresión, la desmoralización, la angustia existencial y la disfunción familiar pueden socavar la capacidad de obrar, un componente esencial de la autonomía.
La muerte asistida por un médico:
sería una falta de respeto a su autonomía personal sin una evaluación adecuada de la capacidad de obrar de los individuos Además, los marcos legales diseñados para proteger esta autonomía deben establecer no solo una capacidad de decisión adecuada, sino también demostrar positivamente la capacidad de la persona para actuar con un criterio no afectado y sin daños. Sin una verdadera capacidad de obrar, no puede haber una verdadera autonomía.
Los autores, George Mendz y David Kissane, señalan que «la pérdida de sentido o propósito en la vida», «una sombría visión pesimista del futuro», «la percepción de un pronóstico limitado», «el deseo de muerte o la pérdida de la voluntad de vivir» -factores frecuentes en las discusiones sobre la «muerte asistida»- subvierten la capacidad de obrar. La disfunción familiar también puede contribuir a una percepción limitada que socava el albedrío.
Aunque la solicitud de muerte puede expresarse libremente, sus circunstancias les impiden determinar sus propios motivos. La motivación para actuar puede ser impuesta sobre ellos por su percepción alterada de su propia situación. Al no poder apreciar sus propios motivos, no son agentes autónomos
En un comentario adjunto, el conocido bioético Tom L. Beauchamp, de la Universidad de Georgetown, que a menudo ha acudido a la autonomía para defender el derecho a morir, discrepa de Mendz y Kissane.
Hay muchas buenas razones para solicitar ayuda para morir, y no hay razón para suponer que quien desee morir no tenga buenas razones o no tenga las capacidades necesarias para tomar una decisión autónoma. Hay buenas razones en muchas situaciones de últimas decisiones.
Publicada en Bioedge por Michael Cook | 24 de octubre de 2020 |What factors can undermine our autonomy?
Michael Cook
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