Pongo aquí el artículo que he publicado en Canarias7
Me escribe un lector perplejo por el contradictorio posicionamiento que se da en nuestra sociedad respecto al valor de la vida humana recién concebida. ¿Qué es lo que dificulta a determinadas personas -se pregunta- ver que un grupo de células es realmente una persona? ¿Por qué hay posturas que consideran a ese grupo de células persona, y por tanto merecedoras de un respeto, y otras lo consideran simplemente un aglomerado de moléculas químicas que, sencillamente hay que usarlas?
La respuesta a estas preguntas, necesita de entrada una aclaración y una precisión.La aclaración es que la práctica totalidad de biólogos saben que, científicamente, desde el momento de la concepción estamos ante un individuo biológico humano. Esto permite precisar que la cuestión está en responder por qué algunos ante un embrión humano ven una persona humana, y otros afirman que no es una persona humana, y por tanto no tiene derechos. No es una cuestión baladí, porque no cabe hablar de que sea medio persona, o un poco persona. O es persona, o no lo es en absoluto.
El fundamento de la primera posición es casi evidente. Nuestra cultura desde hace más de dos mil años -y no sin dificultades-, ha afirmado que todos los seres humanos tienen igual condición: todos somos igualmente dignos, todos somos personas. Se había superado, al menos teóricamente, que sólo se reconociesen los derechos de la dignidad humana a hombres y mujeres que poseían algunas cualidades de ciudadanía, familia, o posición en el nacimiento. Decir humano era decir persona.
En esta situación, algunos podían no ver la condición de humano desde la concepción por falta de conocimientos científicos. Se trataba de los que pensaban que primero se pasaba por una fase de vegetal, después de animal, y por último se llegaba a la humanidad. Estos pensadores defendían, sin embargo, que se debía proteger la vida desde el primer momento de la concepción, porque lo que todavía no era humano estaba en camino de serlo.
Por el contrario, retrasar el reconocimiento de la dignidad humana a estadios posteriores a la concepción, es un planteamiento mucho más reciente, y está ligado a la aceptación del aborto, y de la fecundación in vitro.
El aborto surge como respuesta a los problemas que aparecen cuando el embarazo no es querido, y se presenta como una fórmula para solucionarlos. En una sociedad en la que se reconoce el derecho a disponer de la vida de otros seres humanos, como la griega, la romana, o la que admite la esclavitud, el aborto se entiende porque sólo importan los derechos del que domina.
En nuestra sociedad el aborto es aceptado por diversos factores de los que citaremos algunos.
En primer lugar vivimos en una cultura que valora el reconocimiento de los derechos de las minorías. Pero curiosamente, es frecuente que estos derechos sólo sean reconocidos cuando esa minoría es capaz de revindicarlos con fuerza mediática. Resulta más difícil reconocer los derechos del que no puede hablar o manifestarse. Esto hace que la realidad concreta de miles de fetos humanos abortados cada día, pase desapercibida. Simplemente no se le presta atención, y por tanto, en la práctica, es como si no existiese.
Por otra parte, hemos conseguido un notable reconocimiento de los derechos del individuo. Sin embargo hemos disminuido la conciencia de la responsabilidad social que siempre tienen los actos personales. Por eso es frecuente escuchar como razón de la conducta: «yo no lo haría, pero si otros lo hacen no me importa», con lo que se llega a un desentendimiento de lo que ocurre en la sociedad, y nadie se ve urgido a dar cuenta de sus actos. El concebido queda bajo el dominio absoluto de la persona que lo lleva en su seno.
Además el colectivo social ha perdido su apertura a la trascendencia, y eso le lleva a poner su fe y su esperanza en el progreso. Nos resulta satisfactorio pensar que, puesto que somos la sociedad más moderna de toda la historia, también somos la sociedad más perfecta. Creemos que la sociedad futura podrá ser mejor, pero la nuestra es la más perfecta de las que han existido. Nuestra sociedad, podrá equivocarse en economía pero no en su avance social.
Lo anterior conduce a que si un grupo o un partido saca adelante una ley, ésta se convierte en norma, no sólo de orden social, sino de ética y de pensamiento. Se nos ha olvidado la historia reciente de legislaciones muy democráticas pero totalmente inicuas. Quizá sería conveniente escuchar más las voces críticas que existen en la sociedad, y no apagarlas mediante la descalificación.
Quedan otros aspectos de los que hablaremos la semana que viene.
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Comments 3
Muy acertado. Pero ¿por qué tanta discusión irreductible?
En mi opinión es todo mucho más sencillo de lo que la gente piensa. ¿O diría… más difícil? De lo que se trata es de una respuesta inicial y no de una conclusión final. El tema es aceptar o no como valor absoluto la vida humana. Si se desea respetar como algo «sagrado» (como se considera «sagrado» que se respete a la propia madre o a uno mismo) o no.
Por lo demás, a ninguno de mis colegas médicos se le plantea la menor duda acerca de la humanidad biológica del embrión humano desde la concepción. Para esto basta haber profundizado un poquito en el estudio de la estructura material del ser humano: a nivel de estudiante de bachillerato.
Es una cuestión de la postura personal ante la vida del otro y de uno mismo.
Creo que lo que más ayuda a ver claro son las experiencias «duras» meditadas y aprendidas. Propongo usar para ello la película «Bella» de Bella (2006, de Alejandro Gomez Monteverde y -como actores- Eduardo Verastegui y Tammy Blanchard).
Muy bien explicado. No sé si lo harás próximamente pero quizá habría que añadir algo sobre que los humanos somos capaces de hacer algo que «sabemos» que es malo: por debilidad, imprudencia, mala fe, etc. Podemos y de hecho hacemos actos que sabemos malos.
Enhorabuena por el blog.