sábado, 2 de noviembre de 2024

¿No merecen los presos también la ‘muerte asistida’?

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Si el suicidio asistido es legal, parece obvio que debería haber igualdad de acceso. ¿Incluso para los presos? Esta es la pregunta que aborda el bioeticista suizo Yoann Della Croce en la revista Bioethics.

Los derechos de suicidio asistido para delincuentes no son un tema urgente para los derechos humanos, pero ha habido presos que los han invocado, y sin duda la demanda crecerá. Un violador y asesino en serie belga, Frank Van Den Bleeken, solicitó la eutanasia en 2015. Al final, su solicitud fue denegada y fue trasladado a un centro psiquiátrico especializado. En 2018, un preso suizo con cáncer de pulmón incurable y problemas de salud mental solicitó los servicios de una organización de suicidio asistido.

Sin embargo, las autoridades de las diversas jurisdicciones con suicidio asistido y eutanasia son reacias a permitirlo. ¿Por qué?

  • En primer lugar, la prisión es un lugar donde es difícil garantizar que las personas realmente tomen decisiones autónomas.
  • En segundo lugar, parece que la “muerte asistida” se parece demasiado a la pena capital, y está prohibida en la mayoría de estas jurisdicciones.
  • Tercero, elegir la muerte parece engañar a la sociedad de su poder para castigar con largos encarcelamientos.

Della Croce cree que estos argumentos no se sostienen. Su argumento es demasiado detallado para resumirlo, pero estos son algunos de sus puntos principales:

En primer lugar, se tiene que distinguir entre los presos que tienen una enfermedad terminal y buscan escapar del dolor y los presos que sufren el “tedio de la prisión”. Si ambos están permitidos para la población libre, ¿por qué no para los presos? Della Croce sostiene que es deshumanizante rechazar una solicitud de suicidio asistido. Argumenta que si un preso aburrido afirma estar sufriendo insoportablemente, debe ser tratado como todos los demás en la jurisdicción:

“[No hacerlo] es descender por una peligrosa pendiente resbaladiza que en última instancia conduce a la deshumanización de los reclusos y a no considerarlos como ciudadanos iguales, que, a pesar del contenido de alguna retórica populista, siguen siendo…

«Los reclusos merecen el mismo respeto con respecto a su sufrimiento. No reconocer la gravedad de su dolor sobre la base de que han cometido actos delictivos equivale a tratarlos como ciudadanos de segunda clase a los que tenemos menos respeto y preocupación que con el ciudadano respetuoso de la ley.»

Publicada en Bioedge por Michael Cook | 23 de enero de 2022 | Don’t prisoners deserve ‘assisted dying’, too?

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