Tengo miedo al miedo. Bueno, no del todo. Más que miedo, diría que tengo preocupación por el cremiento del miedo a mi alrededor. Si fuese un miedo concreto, por ejemplo a una operación, o a un problema económico, o a la sentencia de un juicio, lo entendería.
Pero me parece que el miedo que veo crecer, es sencillamente miedo a la vida. A los peligros que tiene el vivir, así en general.
No es un miedo con el que uno nace, sino que a uno le meten. Muchos niños y jóvenes no tienen miedo a nada. Pero las «autoridades sociales», padres, profesores, políticos, medios de comunicación, etc., muchas veces querrían encerrar a sus «súbditos» en una búrbuja en la que podrían garantizar que no les va a pasar nada.
Hace unos años participaba en un campamento en plenos Pirineos. Durante un juego, uno de los niños se cayó y se lesionó el codo. Lo llevamos al hospital, y nos aconsejaron que sería mejor que dejase el campamento para evitar movimientos bruscos. Mientras un monitor le acompañaba hasta su ciudad, llamé por teléfono a su madre para explicarle la situación.
Tras lo saludos, empecé a contarle lo que había sucedido. Su madre me cortó diciendo: «Bueno, es que Miguel es un poco patoso, y se cae muy fácilmente». No hubo necesidad de más.
Pienso en todos los niños que no van a campamentos porque sus padres tienen miedo de que les pase algo. Pienso en lo que se pierden esos niños, y en lo desprotegidos que se quedan. Porque, sin duda, en la vida les van a pasar cosas desagradables, y no sabrán cómo afrontarlas.
También pienso en los niños y jóvenes que hoy (día de huelga general) no han ido a sus colegios o institutos, porque sus padres temían que pudiera pasar algo. No es que secundaran la huego o no. Sencillamente tenían miedo a que «algo» -indefinido y remoto- pudiera pasar, o como si estuviéramos en los años setenta del siglo pasado.
Les han enseñado que no hay que arriesgarse a cumplir el deber -ir a clase-, si se tiene un poco de miedo.
Toni Nadal hablaba recientemente de su sobrino Rafael: Mira, estábamos en Roma este año, venía de hacer el tratamiento en la rodilla, entrenaba con dolor. No me gusta escuchar quejas; cuando le duele, ni me acerco. Aquel día era martes y debutaba el miércoles, le dolía mucho y ponía mala cara. Le dije: «¡Joder, Rafael!, pon buena cara, así no vamos a ningún lado». Y él: «¡Puff! Me duele tanto que no puedo. Prefiero decírtelo porque me cuesta soportarlo». Entonces añadí: «Mira, tienes dos caminos, decir basta y nos vamos o sufres un poco y pones buena cara. Tú eliges». El domingo, tras ganar el torneo, le dije: «Ésta es la diferencia entre aguantar o desistir. Los dolores del martes ahora te compensan, ¿no? Siempre depende de tí verlo de manera positiva, poner buena cara».
Niños que no comen lo que deberían comer porque es lo que han puesto en el comedor, poque siempre habrá al salir del colegio alguien que les ha preparado sólo lo que a ellos les gusta.
Me da miedo la poca confianza que se tiene en la bondad y capacidad del ser humano para enfrentarse con las dificultades, y para aguantar los sufrimientos cuando se quiere alcanzar una meta. Se olvida que los seres humanos necesitamos las situaciones límite para sacar lo mejor de nosotros mismos. Para salir adelante nuestra fuerza es la confianza que los demás depositan en nosotros.
Si el mensaje que nos llega es que mejor no corramos, o no subamos, o no nos esforcemos, porque no vamos a conseguirlo, cuando llegue la necesidad de moverse, nos pillará desentrenados.
Por otra parte ¿no es cierto que es más fácil controlar a la gente que tiene miedo que a la que se siente segura?
-
fjrhttps://www.bioeticablog.com/author/admin/
-
fjrhttps://www.bioeticablog.com/author/admin/
-
fjrhttps://www.bioeticablog.com/author/admin/
-
fjrhttps://www.bioeticablog.com/author/admin/
Comments 4
Me ha parecido muy interesante el artículo de «Hábitos vitales»: http://www.habitosvitales.com/2010/10/01/25-preguntas-mas-que-deberias-preguntarte-a-ti-mismo/
¡Qué bueno este artículo! Yo siento que he tenido miedo toda mi vida, y ahora que empiezo a salir de esa pseudoburbuja en la que nos meten nuestros pobres padres me siento tremendamente afortunada. El miedo crece porque nos falta fe y amor.
Rocío: no he entendido bien el paso de tener miedo estando en una burbuja, y ahora ser afortunada al salir de ella.