Según el bioeticista Emanuel J. Ezekiel, la pandemia del COVID-19 ha demostrado la importancia de la bioética. La ética es el estudio del deber que conlleva la resolución de los conflictos de valores, y la bioética es el estudio de las exigencias que lleva consigo el respeto por la vida. Por ello, ambas deben formar parte del proceso de toma de decisiones en situaciones de extrema emergencia, como ha sido el caso de la pandemia.
Ezekiel reivindica el papel de los bioeticistas y la necesidad de que se les tenga en cuenta al tomar decisiones políticas con repercusiones en la salud pública. El espíritu crítico que fomenta la filosofía en general, y la bioética en particular debe estar integrado en la sociedad mediante la presencia de bioeticistas en los principales organismos internacionales (en particular, la Organización Mundial de la Salud y las oficinas de patentes) para poder gestionar futuras pandemias y emergencias sanitarias con criterios éticos y sanitarios.
Esto supone que los bioeticistas deberían “sentarse a la mesa” en las reuniones políticas destinadas a gestionar problemas de salud pública. Para Ezekiel, los valores éticos que se deben aplicar en futuros escenarios para distribuir recursos médicos escasos son:
- La utilidad.
- La prioridad.
- La equidad.
- La contribución social.
Estos serían los pilares de un marco ético destinado a maximizar los beneficios, evitar los riesgos, fomentar la reciprocidad para premiar a aquellas personas que han tenido comportamientos éticamente destacables en sanidad (por ejemplo, donantes de órganos) y la contribución social (vacunación prioritaria para trabajadores sanitarios). Sin embargo, Ezekiel también valora cuestiones, tales como los costes económicos sanitarios.
Todos estos valores se han puesto en práctica en la distribución de las vacunas anti-COVID, pero no se ha tenido en cuenta el impacto de la telemedicina y de los Big Data que ahora mismo dominan la escena sanitaria. La gestión de las citas de vacunación contra el covid se ha realizado mayoritariamente a través de plataformas virtuales, a las que no han tenido un fácil acceso los colectivos más vulnerables (ancianos, indigentes, poblaciones sin acceso a Internet). La idoneidad de este tipo de plataformas no se ha valorado desde una perspectiva ética, sino desde una perspectiva utilitarista, sin un trato diferenciado en función de las circunstancias individuales.
Otros bioeticistas como Franklin G. Miller del Hastings Center consideran que la ética no debería estar circunscrita a voces particulares, sino que debería interesarle al colectivo, dado que las emergencias sanitarias afectan directamente a todos. Para Miller, los políticos deberían tener una sensibilidad ética para poder escuchar otras opiniones (ya sea de bioeticistas o no), con el fin de resolver problemas éticos de primer orden. No obstante, no cree que la presencia de bioeticistas sea obligatoria para reflexionar sobre cuestiones éticas. Para que fuera así, sería necesario analizar el tipo de formación que reciben los bioeticistas actualmente, para dotarles de las herramientas necesarias en los nuevos escenarios que ha generado la pandemia.
Ambos bioeticistas tienen razón, puesto que la (bio)ética debe estar presente en cualquier debate relacionado con cuestiones sanitarias. Ciertamente, los bioeticistas dispon de “herramientas” éticas para analizar cada escenario que se les proponga, tal como ha hecho Ezekiel con la pandemia, pero la “arena política” siempre es un terreno especialmente movedizo. Para poder dar respuestas válidas a decisiones políticas, se debe deliberar en profundidad sobre los hechos aplicando valores éticos, tales como:
- La solidaridad.
- La justicia.
- La responsabilidad.
Lamentablemente, los valores que están en juego en la gestión de cualquier situación de emergencia sanitaria no son solo éticos, sino principalmente políticos y económicos. Eso explica que se tomen decisiones de calado con criterios económicos cortoplacistas que no responden al interés común.
Tal como decía Kant, los seres humanos están dotados de dignidad y no solo de precio. Por el contrario, un fármaco (como las vacunas anticovid) se define por su valor instrumental y sí tiene un precio de mercado, normalmente demasiado elevado, lo que abunda en la Bioprecariedad entendida como la violencia estructural contra la vida por la imposibilidad de acceder a productos esenciales para la misma por los elevados precios de los productos patentados.
En la actualidad, parece que la dignidad humana sí tiene precio, tal como se ha comprobado durante la pandemia con el escaso acceso a las vacunas en los países en vías de desarrollo. Además, criterios como la edad o la cantidad de años que podía sobrevivir una persona han primado por encima del valor intrínseco de cada vida humana al distribuir recursos sanitarios escasos. Definitivamente, la “utilidad” se ha impuesto a la “dignidad”, de manera que se ha cruzado una línea de difícil retorno.
Es cierto que los bioeticistas deberían estar presentes en todas las decisiones “éticas”. Pero no es menos cierto que todas las personas son interlocutores válidos en los temas que afectan, y la salud es uno de ellos. Si los valores intrínsecos de la sociedad actual no incluyen la “dignidad”, los bioeticistas no podrán evitar que las emergencias sanitarias se gestionen solo y exclusivamente en función de criterios económicos y políticos.
Otros artículos:
Sonia Jimeno
- Doctora en Bioética y Éticas aplicadas.
- Licenciada en Traducción e Interpretación, Universitat Pompeu Fabra (UPF) (1999); licenciada en Filosofía, Universitat de Barcelona (UB) (2006); Máster Oficial en “Ciudadanía y Derechos Humanos: Ética y Política”, Universitat de Barcelona (UB); Tesina en La lucha por las patentes: aspectos legales, materiales y políticos de la propiedad industrial en la industria farmacéutica. Beca de investigación concedida por la Fundació Víctor Grífols i Lucas sobre bioética por el proyecto de investigación titulado «Las patentes biotecnológicas: en los límites de la legalidad» en nombre de la Universidad de Barcelona. Doctora en Bioética y Éticas aplicadas (Programa de doctorado Ciudadanía y Derechos Humanos). Título de la tesis doctoral: Poder de las patentes y bioprecariedad: cuestiones de legalidad y de legitimidad (https://www.tdx.cat/handle/10803/662732).
- E-mail: sjr@curellsunol.es
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