martes, 17 de septiembre de 2024

Los pilares de la medicina transgénero se tambalean

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¿Realmente puedes ser transgénero a los cuatro años? Matthew Stubbings y su esposa Klara Jeynes, ambos de 44 años, de la ciudad inglesa de Doncaster, creen que sí. Su «hijo» Stormy nació como una niña llamada Emerald. Sin embargo, desde los 18 meses Emerald se identificó como un niño como su hermano gemelo Arlo, por lo que lo están criando como un niño.

«Su identidad de género, lo que está en su cabeza, no coincide con su sexo físico«, escribió el padre de Stormy en LinkedIn. «Estoy muy orgulloso de que sepa quién es y no está limitado por las normas y los prejuicios sociales«.

Por suerte para estos niños y sus padres, y por desgracia para los expertos de las clínicas de género, las últimas noticias en este frente dejan una nube de dudas sobre la medicina transgénero. Cada vez más parece una especie de vudú del siglo XXI. En una serie de publicaciones, los médicos han expresado su consternación por la facilidad con la que se puede realizar la transición de género y su rápida difusión entre los jóvenes.

La Karolinska pisa los frenos

Por el momento, la sabiduría aceptada entre los médicos transgénero es el llamado Protocolo holandés:

  • Esto permite los bloqueadores de la pubertad a las 12 (e incluso a las 8-9, en algunos casos).
  • Las hormonas de sexo cruzado (testosterona para las niñas y estrógeno para los niños) comienzan a los 16 años.

Sin embargo, esta semana, el Hospital Karolinska de Suecia, de renombre mundial, puso el freno, «un momento decisivo«, según la Sociedad para la Medicina de Género Basada en Evidencia. Es la primera vez que un hospital importante se ha desviado oficialmente de las pautas emitidas por la Asociación Mundial de Profesionales para la Salud Transgénero.

La Karolinska declaró en un comunicado de prensa que las investigaciones del gobierno sueco habían:

Mostrado una falta de evidencia tanto de las consecuencias a largo plazo de los tratamientos, como de las razones de la gran afluencia de pacientes en los últimos años. Estos tratamientos están potencialmente cargados de consecuencias adversas, extensas e irreversibles, como enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, infertilidad, mayor riesgo de cáncer y trombosis.

En su prosa sencilla, el comunicado de prensa declara que es «un reto» para los médicos evaluar los pros y los contras del tratamiento y «aún más» para los pacientes y sus padres dar un consentimiento verdaderamente informado.

Por lo tanto, el Karolinska dejará de prescribir bloqueadores de la pubertad y hormonas cruzadas para menores de 16 años. El tratamiento hormonal para adolescentes de entre 16 y 18 años se permitirá, pero sólo como investigación que deberá ser aprobada por un comité de revisión ética. Básicamente, las autoridades suecas han decidido que la medicación convencional para el género es un procedimiento experimental potencialmente peligroso.

El estudio de Westmead

El mes pasado, varios médicos del Westmead Children’s Hospital, un gran hospital público en Sydney, publicaron una importante declaración con sus dudas sobre el tratamiento estándar de la disforia de género en la revista Human SystemsFue necesario un gran coraje, ya que el mensaje entre líneas es que el personal del hospital está profundamente dividido sobre el tema. De hecho, como médicos, identifican los “discursos sociopolíticos polarizados” como uno de los mayores desafíos que enfrentan.

Éstos son algunos de los problemas que plantean:

  • Primero, que la medicina moderna todavía no comprende muy bien el fenómeno de la disforia de género. «A pesar de la existencia de pautas«, escriben, «la base de evidencia para todos los aspectos del tratamiento fue y sigue siendo escasa«.

Pero ni los pacientes ni sus familias se dieron cuenta de esto. “Las familias tendían a medicalizar la angustia del niño, atribuyéndola únicamente a la disforia de género como un fenómeno aislado, con la consecuencia de que la familia identificó la vía médica como el único camino potencial a seguir”.

  • En segundo lugar, muchos de los jóvenes que solicitaron tratamiento creían que «afirmación de género» significa intervención médica inmediata: medicamentos y posiblemente cirugía. Los autores intentaron que sus pacientes aceptasen un enfoque holístico de su disforia que tuviera en cuenta sus problemas familiares, psicológicos y biológicos, pero sus palabras “cayeron en oídos sordos”.

¿Por qué? En parte, porque la filosofía de la «afirmación de género» implica la aceptación incondicional de lo que diga el paciente. Pero también por la información que habían recabado de sus amigos, de Internet, de las redes sociales y del personal sanitario. «Muchos niños no tenían la capacidad cognitiva, psicológica o emocional para entender las decisiones que estaban tomando«.

  • En tercer lugar, sus pacientes solían tener muchos otros problemas sociales y psicológicos, o «comorbilidades», según la terminología médica. Se sentían acosados por sus compañeros y estaban en conflicto con sus padres o cuidadores. Muchos eran autistas, padecían depresión o psicosis o habían sufrido abusos sexuales.
  • En cuarto lugar, se presionaba a los médicos para que se convirtieran en sellos de goma para el autodiagnóstico de sus pacientes. Esto era personalmente angustioso y éticamente desafiante:

Desde la perspectiva del personal clínico, reconocimos la aparición de esta mentalidad de «cinta transportadora» o de «marcar la casilla» -el modelo médico para tratar la disforia de género desprovisto de atención holística (biopsicosocial)- como impulsada por la creencia errónea de que la afirmación de la disforia de género equivale a una vía de intervención médica. De este modo, sentimos que este discurso sociopolítico concreto nos presionó de forma significativa, como clínicos del Servicio de Género, para que abandonáramos la práctica ética y reflexiva en salud mental.

La revisión de la evidencia del NICE del Reino Unido

En marzo, el Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud y la Atención (NICE) del Reino Unido publicó dos revisiones de evidencia sistemática de bloqueadores de la pubertad y hormonas de sexo cruzado como parte de una revisión de la atención de la disforia de género. Encontró que muchos estudios citados con frecuencia son de muy baja calidad.

Como ejemplo de cómo se utiliza incorrectamente esta investigación publicada, es posible tomar The Trevor Project. Se trata de un grupo estadounidense destacado que afirma ser “la organización nacional líder en la prestación de servicios de intervención en crisis y prevención del suicidio a jóvenes lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, queer y cuestionadores (LGBTQ) menores de 25 años”. En su sitio web, cita varios estudios para respaldar las afirmaciones sobre los poderosos efectos beneficiosos de la medicina afirmativa de género. Pero casi todos estos fueron descritos como deficientes por NICE. El estudio utilizó frases condenatorias como: «con alto riesgo de sesgo», «de mala calidad en general», «No se informaron resultados críticos» o «se informó de manera deficiente».

Hay muchas revistas y millones de estudios que apoyan el tratamiento médico de la disforia de género de los adolescentes. Nunca faltan doctores bien pagados con cuentas activas de Twitter para esparcir el polvo de hadas de la jerga estadística sobre la “evidencia”. La pregunta es si esa evidencia es sólida y confiable. Desde este punto de vista, el estudio NICE fue devastador.

El juicio de Keira Bell

En diciembre del año pasado, una valiente joven británica llamada Keira Bell ganó su demanda contra un centro de género que la había ayudado a «hacer la transición» de mujer a hombre. A los pocos años se arrepintió de su decisión. En una sentencia larga y reflexiva, el Tribunal Superior dictaminó que las personas menores de 16 años no podían dar su consentimiento informado en las decisiones que cambian la vida donde se encuentra implicada la medicina de género. También encontró que la evidencia para el tratamiento clínico era escasa y poco convincente. Incluso lo describió como «tratamiento experimental«.

La idea de que los derechos de los transexuales son la cuestión de los derechos humanos de la actualidad es una ilusión. La idea de que los fármacos y la cirugía afirmativa del género son la única forma de curar la disforia es una ilusión. Y la impresión de que el movimiento transgénero es una fuerza imparable también es una ilusión.

Estos acontecimientos recientes no son conclusiones partidistas: son los hechos. Demuestran que la verdad triunfará sobre la locura, eventualmente. Lo que no se sabe es cuántas vidas de jóvenes se destruirán antes de que se entre en razón.

 

Publicada en Mercatornet por Michael Cook  | 7 de mayo de 2021 |The pillars of transgender medicine are shaking

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