La atención médica es un elemento fijo de las campañas electorales. Los tiempos de espera, la escasez de camas y la atención médica privada son temas habituales de debate. Ahora se puede agregar la libertad de conciencia en Canadá a esa lista.
Durante mucho tiempo se ha aceptado que los trabajadores de la salud en Canadá tienen derecho a distanciarse de los procedimientos que consideran poco éticos. Este derecho sufrió un golpe en el cuerpo la semana pasada cuando los liberales, conservadores y NDP dijeron que estos trabajadores deben proporcionar referencias a otros proveedores de servicios médicos dispuestos a realizar el procedimiento.
Exigir a los médicos que hagan los arreglos necesarios para los procedimientos que no pueden realizar en conciencia está lejos de ser un compromiso. Si cree que está mal robar un banco, ¿estaría dispuesto a planificar el robo?
Las declaraciones de las partes son la última amenaza a la conciencia en la atención médica canadiense.
En Columbia Británica, un hospicio privado que se negó a proporcionar suicidio asistido perdió su licencia para operar. En Ontario, el tribunal más alto de esa provincia dictaminó que los médicos pueden ser obligados a facilitar procedimientos que consideren inmorales. En Manitoba, una universidad expulsó a una estudiante de medicina con objeciones morales al aborto.
Ideas peligrosas
La hostilidad a la asistencia sanitaria de conciencia se alimenta de la creencia errónea de que la asistencia sanitaria equivale a cualquier cosa que un médico, enfermero u otro trabajador sanitario esté legalmente autorizado a hacer. Por lo tanto, ser un buen trabajador sanitario significa estar dispuesto a participar en cualquier servicio que el Estado catalogue como asistencia sanitaria, independientemente de los reparos éticos que puedan tener.
Estas ideas son peligrosas.
La atención médica no es simplemente lo que el estado dice que es. El cuidado de la salud es una esfera de actividad humana:
- Preservar la vida.
- Curar a los enfermos.
- Consolar a los moribundos.
Los trabajadores de la salud no son técnicos en robótica sino, como ha recordado dramáticamente la pandemia, son seres humanos con una vocación.
No se necesita mucha reflexión para darse cuenta de por qué divorciar la atención médica de las consideraciones éticas y reducirla a lo que está autorizado por la ley es un camino arriesgado a seguir. Esta perspectiva debería alarmar a todos. Finalizar este divorcio tendrá consecuencias desastrosas tanto para las personas como para la sociedad.
Algunos piensan que ya se está viendo y viviendo estas consecuencias. Hace una década, era difícil imaginar que la eutanasia para los enfermos terminales fuera legal en Canadá. Hace tan sólo unos años, era impensable que alguna vez se les permitiera la eutanasia a personas con enfermedades mentales. Pero ahí estamos ahora.
¿Alguien quiere un sistema de atención médica que obligue a las personas que trabajan en él a desactivar su brújula moral y respaldar irreflexivamente lo que el estado etiqueta como atención médica? Es fácil decir que los trabajadores de la salud no pueden negarse a participar en los servicios que sean legales cuando se está de acuerdo con lo que es legal. Pero, ¿Qué pasa cuando no se está de acuerdo?
El personal de la salud que sigue su conciencia suele ser calificado de poco profesionales, poco solidarios e incluso poco canadienses. Se les regaña por llevar sus convicciones personales al trabajo, pero sus críticos se apoyan en sus propias convicciones. Por ejemplo, la queja de que los objetores de conciencia abandonan a sus pacientes y les niegan la atención. Se asume -pero no se demuestra- que lo que estos individuos se niegan a hacer equivale a la asistencia sanitaria, propiamente dicha. Esta cuestión no es una nota a pie de página; es el núcleo del debate.
Las creencias merecen una audiencia justa
La libertad de conciencia en el cuidado de la salud no es activismo político. La objeción de conciencia se basa en la opinión de que el servicio en cuestión no promueve la salud ni constituye un cuidado, sino que perjudica a los pacientes y a otras personas.
La doctora que conscientemente se niega a participar en un aborto o en la eutanasia lo hace porque considera que estos actos son una violencia letal contra un ser humano. Puede que no se esté de acuerdo con estas creencias, pero no son una locura. Son racionalmente defendibles y merecen una audiencia justa.
Si hay algún sector de la sociedad en el que se deba conceder un amplio espacio a la conciencia, ese es el de la salud. Los profesionales de la salud están, ante todo, llamados a no causar daño.
Muchos canadienses dicen que los profesionales de la salud no deben tener en cuenta su conciencia en su trabajo. Pero la verdad es que, sin conciencia, su trabajo no se puede realizar.
Publicada en Bioedge por Brian Bird| 09 de septiembre de 2021 | Conscientious objection is under threat in Canada
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