Tres miembros del Centro para la Genética y la Sociedad (por sus siglas en inglés CGS, Centre for Genetics and Society), un grupo lobby radicado en California, ha publicado una severa crítica sobre la injerencia que supone la modificación germinal en el ámbito de los derechos humanos. Escribiendo en Open Global Rights, Marcy Darnovsky, Leah Lowthrop, and Katie Hasson razonan que alterar el genoma «podría vulnerar la dignidad humana, un concepto nuclear de los derechos humanos´´.
Es importante recordarnos por qué los documentos clave de los derechos humanos específicamente prohibieron estas prácticas, incluso antes de ser técnicamente viables. Las justificaciones médicas para modificar la línea germinal son insuficientes, y el atractivo de «mejorar´´ las generaciones futuras es profundamente peligroso. En este camino, nuestros logros científicos se convertirían con alta probabilidad no en instrumentos de esclarecimiento y emancipación, sino en mecanismos para exacerbar la desigualdad. Y nuestro deseo de mejorar la condición humana nos llevaría a desviarnos de la realización de los derechos humanos que sabemos son necesarios para que las personas, las sociedades y la humanidad prosperen.
El ritmo rápido de estos descubrimientos da lugar a una necesidad urgente con respecto a la comunidad global –quizá bajo los auspicios de Naciones Unidas- de reafirmar los acuerdos existentes y prohibir claramente el uso peligro e inmoral que entraña la edición de genes reproductivos.