Recibo una carta que transcribo porque me parece muy interesante para avanzar en la Bioética. Frecuentemente parece que ésta sólo analiza casos extremos para dilucidar si son éticamente admisibles. Pero la Bioética tiene también un desarrollo positivo que se refiere a la promoción de la vida ética cuando esta pasa por situaciones difíciles.
La paternidad es una de las experiencias más encantadoras y bonitas que un ser humano tiene a su alcance. Cuidar, proteger, ayudar y, en definitiva, ver crecer a los hijos (hacerse hombres y mujeres) satisface y realiza no sin mil obstáculos y dificultades que deben superarse. Vivir no es fácil, y los hijos no pueden permanecer ajenos al mundo que les rodea.
Sin embargo, cuando la discapacidad acecha, la felicidad plena huye. El sufrimiento de un hijo afectado por cualquier tipo de limitación duele, sobre todo ante la impotencia que supone no poder hacer nada más por él.
Por diferentes circunstancias largas de contar y que no vienen al caso, mi hijo ha quedado sordo y ciego. Como padre, pasas por todas las fases del duelo hasta que la dureza de la realidad de la discapacidad que sufre quien más quieres en este mundo te vence, aceptando que su universo y sus experiencias van a ser muy limitadas.
A pesar de ello, intentamos por todos los medios que su día a día parezca y sea efectivamente como el de cualquier otro niño, con sus ritmos, su piscina, su deporte… Por supuesto, y llegados a este punto, es imprescindible felicitar y agradecer a la Organización Nacional de Ciegos (ONCE) su colaboración a través de los profesionales del Centro de Recursos Educativos (CRE) de Madrid. Siempre con una sonrisa, aliento y apoyo para levantar el ánimo cuando las fuerzas decaen.
Pudiendo considerar la bioética como el estudio sistemático de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, examinada a la luz de los valores y de los principios morales, llevo tiempo intentando indagar como un ser tan bueno y obediente, tan sensible, afectado por una limitación tan brutal de la realidad, puede adquirir valores y actuar de una manera tan noble.
Sabemos que existen reglas, principios y valores que se aprenden y adquieren en las diferentes etapas de crecimiento; luego cada individuo las hace suyas y las amolda a su naturaleza especial, única e irrepetible. Pero, estando tan desconectado de la realidad que le rodea ¿cómo aparecen, se mantienen y hacen propias las reglas, los principios y los valores morales?
Por supuesto que se usa la disciplina necesaria y equilibrada para que asuma responsabilidades básicas, junto a un gran porcentaje de amor y paciencia. Paciencia. El estímulo de los castigos existe pero, dadas las circunstancias, es relativo.
En un entorno de disciplina, amor, paciencia, límites y reglas claras, se está haciendo una persona responsable, con sus propios ritmos, pero muy respetuosa y amable con lo que le rodea. No ve ni oye, pero su conducta no carece de valores y principios morales. El ser humano puede vencer a la discapacidad y, como padre, me siento muy orgulloso.
Repito, no ve ni oye. Ponte en su situación; inténtalo y verás…