Susana es en España, la primera «trans» arrepentida que reclama a la Sanidad pública por haberla operado: «Me arruinaron la vida»
Ella no era a los 15 años un chico atrapado en un cuerpo de chica, como le dijeron los psicólogos y psiquiatras que le atendieron. Ella era una chica muy joven con problemas psicológicos de origen familiar y que buscaba ayuda. Los profesionales a los que acudió tan sólo tuvieron prisa para iniciar un proceso de cambio de sexo. En poco tiempo le llenaron de hormonas masculinas, le extirparon los pechos, y le quitaron el útero.
Ahora, seis años después, se encuentra con los mismos problemas sicológicos que tenía a los 15 años, agravados por el destrozo llevado a cabo en su cuerpo. Ha acudido a los profesionales que le iniciaron el proceso destructivo, cuya respuesta ha sido que ella estaba muy segura de que era un chico. Además se amparan en la Ley gallega de no discriminación por razón de sexo, que fue aprobada por todo el cuerpo legislativo gallego.
Por hechos similares se ha cerrado la clinica Tavistock, en el Reino Unido, y se ha frenado la forma de enfocar el tratamiento de los niños y jóvenes que planteaban inquietudes de disforia de género en Suecia, Noruega, Francia y en varios estados de EEUU. La ciencia ya había advertido de los desastres que se estaban llevando a cabo.
Paradójicamente, en España, el 16 de febrero se ha aprobado la Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI que va a permitir, con alguna restricción a partir de los 12 años, y sin ninguna a partir de los 16, llevar a cabo estas acciones médicas al margen del entorno familiar.
María Fernández escribe en El Debate: «Una de las medidas más polémicas y comentadas es la prohibición de la terapia exploratoria. Al negar esta asistencia, lo que se promueve es el uso de fármacos y de cirugía. Es el o la joven, y no el especialista, quien decide si se hormona u opera y el médico está obligado a atender la al paciente sin tener seguir sus principios éticos profesionales.»
España está sufriendo la aplicación de la Ley del «si es si», que se ha manifestado claramente contraproducente respecto al fin que perseguía: la protección de la mujer. La nueva ley trans lleva el mismo camino. Frente al interés de promover la igualdad entre todas las personas, va a producir que muchos jóvenes queden heridos en su desarrollo personal.
Las defensoras de la ideología de género han rechazado enfrentarse con la realidad. Es más han negado el derecho de la realidad a decir algo. Han rechazado las evidencias científicas, y se han rodeado de sus socios afines para promover leyes fruto de una ensoñación ideológica incapaz de resolver los problemas reales.
La vicepresidenta del Colegio de Médicos de Madrid, Luisa González, declaró el pasado 20 de febrero que están «muy preocupados porque es una ley completamente acientífica». «Los protocolos sanitarios que se derivan de esta ley están fuera de toda ciencia, producen efectos adversos irreversibles. Hay daños en la fertilidad irrevocables, insatisfacción del deseo sexual, aumento de la incidencia de tumores y no se ha tenido en cuenta ni el testimonio de los desistidores ni la experiencia de países que llevan 12 años por delante y han dicho que hay que tener cuidado», denunció la doctora.
¿Quién acaba perdiendo y sufriendo? La sociedad. Las personas jóvenes que desconcertadas son empujadas a tomar decisiones de las que son incapaces. Las familias que son apartadas de poder ayudar a sus hijos en su discernimiento. Las familias que van a tener que acoger a algunos de sus miembros dañados por esa ideología y que nadie va a ayudar. La sociedad en su conjunto que va a experimentar más dolor y un futuro incierto.
Y todo provocado por unas personas fatuas, ensimismadas en su propio poder, e incapaces de escuchar a los que no comulgan con su ideología.