Se cuenta que Napoleón murió envenenado en la isla de Elba. Sin embargo el hecho no se produjo de repente sino mediante pequeñas cantidades que se fueron acumulando en su cuerpo y dañándole sin que se diera cuenta.
Me parece significativo que en las recientes discusiones de investidura en el Parlamento español tan sólo se hizo mención en una ocasión de cuestiones relacionados con el tema de la vida. En concreto: se prometieron nuevos cauces para facilitar el aborto y promover la legalización de la eutanasia. Sin embargo esta única mención no fue respondida ni a favor ni en contra por ninguno de los representantes de los otros grupos. Pudiera parecer que el «tema de la vida» es irrelevante para la vida de nuestra sociedad.
Sin embargo, en mi opinión, es uno de los temas más relevantes, y no sólo por el hecho de que las condiciones que posibilitan el vivir o morir sean de gran relevancia para cada individuo, sino también porque manifiestan cómo la sociedad se ve a sí misma y como afronta el futuro.
Me voy a fijar sólo en un aspecto: la natalidad. Para muchos de nuestros ciudadanos esta palabra suena un poco arcaica, pero sin embargo mide algo imprescindible: saber si existe o no un futuro para esta sociedad tal como la entendemos. En 2014 -ver aquí– el índice de Fecundidad (número medio de hijos por mujer) fue de 1,32. El hecho de que España tenga un índice de fecundidad inferior a 2,1 por mujer (fecundidad de reemplazo), significa que cada vez va a ver menos habitantes -aunque la caída de la población esté ahora amortiguada por el crecimiento de la esperanza de vida-.
Pero además el crecimiento de los nuevos habitantes de España es sobre todo crecimiento del número de hijos de extranjeros. Como se ve en el gráfico cada año nace el doble de hijos de extranjeros que de españoles.
Lo cual significa que la sociedad tal como ahora la conocemos -con sus virtudes y sus defectos, pero que son menos que las virtudes- puede que no dure muchos años, Ante esta situación, me parece muy interesante el diagnóstico que hace Florentino Portero (Madrid 1956)
La crisis demográfica en Europa tiene su origen en la hegemonía del pensamiento relativista. Cuando uno no cree en nada, no distingue el bien del mal, la vida se convierte en una secuencia breve donde hay que tratar de disfrutar lo más posible… Ese no es el marco idóneo para constituir una familia, y sin familia no hay una recuperación demográfica. Los europeos están dejando de casarse y de reproducirse. Hemos dejado de creer en nuestro futuro, por eso nos hemos convertido en la parte decadente del planeta.
¿Estamos abocados a la desaparición?
En la medida en que este marco de referencia filosófica y cultural impere en Europa, Europa va a desaparecer tal y como la conocemos. Los que vengan del sur llegarán con su cultura, sus valores y sus ideales. Es legítimo, más aún cuando nosotros hemos decidido voluntariamente dejar de existir. Es lo que los geógrafos llaman el «suicidio demográfico». Este es el hecho capital que explica todos los problemas concretos que tiene hoy Europa.
La natalidad es uno de los principales problemas que tenemos, mucho más importante que otros de los que se ha hablado mucho estos días. Es importante porque sin ella lo que nos gustaría ser no existirá en el futuro. Pero además, porque la natalidad nos permite encontrar ya ahora nuestro mejor y verdadero yo (imprescindible leer en castellano, original inglés) y dónde está el bien y dónde está el mal. Casi todo lo demás son circunstancias que ocurren en la vida, pero que pasan sin más importancia.
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