Nancy Pelosi y sus compañeros entusiastas de la inclusión de género han tomado una medida audaz y muy criticada para borrar el lenguaje que expresa la realidad de las relaciones familiares. En nombre de la inclusión, palabras como «padre, madre, hijo, hija, hermano, hermana, tío, tía, primo, sobrino, sobrina, marido, mujer, yerno y nuera» han sido eliminadas de los procedimientos de la Cámara.
De seguir adelante, esta supresión de las palabras de género en las comunicaciones públicas, junto con otras iniciativas de inclusión de las personas trans, tendrá un efecto sísmico en la sociedad.
Pelosi y sus colaboradores se hacen eco de la ideología feminista socialista articulada por Shulamith Firestone en la década de 1970: «Es necesarionecesario liberar a la humanidad de la tiranía de su biología» y «eliminar la propia distinción de sexos [para que] las diferencias genitales entre los seres humanos dejen de tener importancia cultural».
En el fondo, esto significa que las manifestaciones masculinas y femeninas del cuerpo humano ya no deben ser reconocidas legalmente ni valoradas culturalmente. Hemos estado marchando por este camino durante décadas y ahora nos acercamos al final: una sociedad sin género. El vilipendio del lenguaje de género en el ámbito público es un salto significativo para «liberar a la humanidad de la tiranía de su biología» y eliminar el significado del sexo biológico.
Madres en el basurero de la historia
Firestone hizo una predicción asombrosa. Declaró con júbilo que cuando la biología fuera sometida y la «transexualidad» se convirtiera en la norma legal y cultural, «el vínculo de sangre de la madre con el hijo eventualmente se rompería» y seguiría la triunfal «desaparición de la maternidad«. Y tenía razón. Los movimientos legales que rodean al transgénero están preparando el escenario para la marginación legal de madres, padres y familias por la fuerza de la ley.
Aunque la astuta predicción de Firestone se ha pasado por alto en el debate sobre la transexualidad, el hecho es que cuando las mujeres desaparecen legalmente, también lo hacen las madres porque “madre” es una designación específica de sexo. Lo mismo ocurre con los padres. Si no hay dos sexos específicos y perceptibles que puedan ser reconocidos definitivamente por la ley, entonces se vuelve difícil definir o defender a las madres y a los padres -junto con sus derechos parentales-, en términos legales. Por lo tanto, la pertenencia de los hijos a sus padres se pone cada vez más en tela de juicio y la familia se sostiene sobre unas bases legales enclenques, que es precisamente la cuestión.
Cuando los lazos de los padres con sus hijos se oscurecen o debilitan, se crea un entorno propicio para la intervención del gobierno y la revolución socialista-comunista. Por eso, el Manifiesto Comunista de Marx pedía abiertamente la «abolición de la familia«. Destronar a la familia crea un vacío que puede y debe llenarse, aunque es imposible llenarlo adecuadamente. Si queremos evitar la destrucción de la familia y la dominación del estado que necesariamente sigue, debemos resistir los esfuerzos para cancelar el sexo biológico.
Rechazo de la anatomía
El impulso por la abolición del género parece estar acelerándose. El año pasado, un comité del Senado del estado de California intentó prohibir las palabras «él» y «ella» durante las audiencias del comité. El «acuerdo de votación del arco iris» en los Países Bajos pide que «el registro de género sea abolido siempre que sea posible». Un artículo reciente en el New England Journal of Medicine, posiblemente la revista médica más prestigiosa del mundo, afirmó que las demarcaciones de sexo en los certificados de nacimiento deben reconsiderarse porque “asignar sexo al nacer perpetúa la opinión de que el sexo definido por una variable binaria es natural, esencial e inmutable«.
Se está volviendo difícil mantenerse al día con las innumerables iniciativas que se están implementando para suprimir por la fuerza las distinciones biológicas de sexo.
La adopción legal y social del transgénero encierra el rechazo del cuerpo humano como manifestación inherente a dos formas distintas y complementarias. Esta rebelión contra la anatomía no solo es trágica para los individuos, que libran la guerra contra sus propios cuerpos, sino que también socava la distinción de dos polos entre lo masculino y lo femenino que equilibra, impulsa y conduce el mundo.
Si se vuelve legalmente inapropiado reconocer los dos sexos corporales o articular cómo la interacción de esos sexos forja y perpetúa las relaciones básicas mediante las cuales nos definimos fundamentalmente (madre, padre, hijo, hija), entonces el núcleo de la sociedad civilizada está en peligro…
Lo que comenzó disfrazándose como una celebración del género resulta ser un edicto para la eliminación de la distinción sexual en sí, que a su vez erosiona a la familia, la cuna esencial de la humanidad. Si queremos salvar a la familia y la civilización con ella, debemos proteger y defender el “lenguaje de género” que ahora está en la guillotina.
Publicada en Mercatornet por Kimberly Ellos | 08 de enero de 2021 |The endgame of transgender ideology is to dismantle the family
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