sábado, 14 de septiembre de 2024

Nobel a la Fivet

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El 4 de octubre de 2010 el Instituto Karolinska de Estocolmo ha concedido el Premio Nobel de Medicina 2010 al investigador británico Robert G. Edwards por el desarrollo de la fecundación in vitro (ver detalles).

Edwards es conocido como «el padre de la primera niña probeta», ya que su trabajo sobre reproducción animal y humana culminó con el nacimiento en julio de 1978, de la niña Louise Brown. Fue la primera vez que se utilizó con éxito la técnica de fecundación in vitro e implantación de un embrión humano de ocho células en el seno materno. En este resultado colaboró decisivamente el ginecólogo Patrick Steptoe -que habí­a descubierto la técnica de la laparoscopia-, fallecido en 1988.

Hace 32 años, la primera fivet recibió alabanzas y rechazos. La concesión del premio nobel no ha dejado tampoco de estar exenta de este mismo debate, aunque los medios de comunicación, en general se han mostrado favorables.

Algunos aspectos que me parece interesante tener en cuenta para poder formar una opinión son los siguientes.

El premio nobel le ha sido concedido por su trabajo en el campo de la reproducción humana, que sin lugar a dudas ha sido muy importante. Louise Brown y otros cuatro millones de personas deben su existencia a las técnicas que ha desarrollado.

Propiamente no se puede hablar de una terapia porque no cura la infertilidad. Es más se podrí­a atribuir a la difusión de la fivet, un cierto retraso en las investigaciones para curar la infertilidad que en esos años iban por buen camino. Por otra parte en estos 32 años no ha habido una mejora sustancial de eficacia: continuamos en un 30% de nacimientos respecto al número de fivet que se lleva a cabo.

Pero tampoco se trata de un invento. Jacques Testart -padre del primer niño probeta francés-, argumenta que Edwards es un biólogo que aprovechó los avances que se habí­an hecho en reproducción animal -Charles Thibault en Francia y M. C. Chang en los Estados-Unidos habí­an conseguido en 1958 el primer «conejo probeta»-, para aplicarlos a seres humanos.

Testart y otros piensan que habrí­a sido mejor candidato Yamanaka, que ha hecho el mayor descubrimiento en cincuenta años con las células IPS, que devuelven la capacidad embrionaria a células adultas.

Respecto a la ética de la investigación, Edwards desde el comienzo utilizó embriones humanos para desarrollar su técnica. Desde entonces el uso de embriones humanos para investigar ha tenido un desarrollo importante, la fivet se ha utilizado como herramienta para la selección eugenésica de embriones, se ha intentado la clonación, y se han llevado a cabo hibridaciones de seres humanos y animales. En nuestras ciudades tenemos contenedores de embriones humanos congelados, que acaban siendo destruidos.

Puede hablarse en el terreno biológico de una plano inclinado hacia la manipulación del embrión. Este deslizamiento también tiene su correspondiente en el plano ético. Ya en 1978 se alzarón voces que descalificaban éticamente lo que se estaba haciendo. Las mismas voces continuan actualmente. En cambio las que lo justificaban han ido ampliando su justificación a todos los demás experimentos.

La pregunta ética que surge es: ¿hay algún lí­mite en el trato que se da al ser humano? Si lo hay, ¿cuándo empieza este lí­mite? En la realidad práctica solo caben dos respuestas: «Hay un lí­mite que empieza en el momento de la concepción», o «no hay lí­mite sino sólo lo que decidamos en cualquier momento». En teorí­a cabrí­a una tercera posibilidad: «hay un lí­mite», pero en la práctica esto nos aboca a la segunda pregunta, y nunca he encontrado que se haya argumentado de forma definitva sobre dónde está ese lí­mite. Por lo que termina ocurriendo que no lo hay.

Edwards ha abierto un camino que nos aproxima al mundo descrito por Fahrenheit 451, Gattaca, La isla, Matrix. No es un final ineludible, pero para ello debemos ponernos de acuerdo sobre cuando invertimos la tendencia.

Referencias

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