miércoles, 4 de diciembre de 2024

El León de Oro a la película «la habitación de al lado» de Pedro Almodóvar

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El día 7 de septiembre, la Bienal de Venecia acordaba su galardón, el León de Oro, a la película en «texto en inglés» de Pedro Almodóvar, «La habitación de al lado». La película no ha sido presentada en España hasta el 18 de octubre, en versión original, subtitulada en español.

De entrada, se espera que ese galardón recaiga sobre un cineasta español y se quede en España. Pero ¿Cuál es el arte, el mensaje, los valores y el objetivo que esa película quiere transmitir?

A través del cine se pretende generar hábitos de observación, reflexión, análisis, comprensión e interpretación por medio del pensamiento crítico.

La película ofrece belleza en paisaje y música.

Como técnicas de comunicación, ofrece un diálogo desigual, la decisión de la protagonista se impone a la sumisión de la amiga, que gentilmente acepta, sin aprobar, la decisión de la protagonista, y se limita a asistir a distancia desde la habitación «de abajo», y mostrando su afecto a la amiga… Los diálogos entre ambas son más bien monólogos, duros y fríos, sin ninguna reflexión profunda de tipo filosófico o espiritual, (que no quiere decir religioso, pero lo espiritual es parte integrante de todo ser humano), lo que hace que no sea posible un cambio de la decisión, ni siquiera provocar sentimientos de compasión. No hay ningún atisbo de esperanza.

Esta situación lleva a pensar que la protagonista ha perdido todo sentido de la vida. Profesionalmente quizá haya tenido éxito y, la enfermedad ha cortado ese quehacer, pero amorosamente su vida ha sido un fracaso y ya no tiene sentido. No se debería olvidar al filósofo Emmanuel Lèvinas, cuando Escribe que el rostro del otro interroga, y afirma que: «antes de la muerte hay siempre una última oportunidad, y si se muere, por falta de sentido,… Somos todos responsables».

El buen cine, el cine de valores, es un instrumento para el conocimiento de la persona y de su dignidad, así como para la reconstrucción de una cultura de la persona y para ella misma.

En cuanto a los valores que este film transmite, es posible resaltar el valor del respeto de una hacia la otra: de la amiga que respeta la decisión de la protagonista y se limita un acompañamiento silencioso a la interesada y de ésta, que respeta la «no participación» de su amiga. No parece que se le haya ofrecido el recurso a los cuidados paliativos, más aún, en el Reino Unido o en USA, la atención del sistema Hospice, instaurado por Cecily Saunders con un acompañamiento personalizado e integral, tanto médico como humano, a la persona, al final de su vida.

Y cabe preguntarse al final, lo que sería la primera cuestión: ¿Cuál es el objetivo, la finalidad de esa película?

Sin duda reforzar la decisión de la muerte ante el sufrimiento que provocaría un tratamiento doloroso que no se ve de gran utilidad. Es cierto que todo paciente tiene derecho a rechazar un tratamiento, pero una cosa es negarse un tratamiento y otra respetar el derecho a la vida, como valor fundamental y superior al ejercicio de la autonomía personal.

Esta decisión de la muerte que muestra la película, no es un caso de eutanasia, pues no hay administración de la droga letal por un agente externo. Bien diferente del caso presentado en la película «Las Invasiones Bárbaras», de 2003.

Tampoco puede ser catalogada de «suicidio asistido«, como lo sería la película: «El Paciente Inglés» (1997, con 9 Oscar), al que se le facilitan unas pastillas cuando hay que dejarle solo y la enfermera debe partir.

Entonces, esta película sólo presenta un caso de suicidio puro y duro. La persona se administra una droga ilegal, dice ella misma, y letal, que ha conseguido por internet.

No se cumplen aquí los requisitos para ser considerada una muerte legal, aunque se ha de decir, que no porque sea legal sería ética, que la ética está por encima de la ley, y marca el DEBER de lo que hay que hacer, «No todo lo que se puede hacer se debe hacer».

Y solo queda invitar a dar a «la habitación de al lado» el sentido que le da San Agustín (354-430), en su 4ª carta: «La muerte no es nada, solo he pasado a la habitación de al lado. Yo soy yo, vosotros sois vosotros.
Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo».

Y en ese mismo sentido se expresaba el filósofo francés Charles Peguy (1873-1914): «La muerte no es nada, simplemente el pase a la habitación de al lado. Yo soy yo, ustedes son ustedes. Lo que fui para ustedes lo seguiré siendo siempre».

 

Publicada en Tribuna por María Pilar Núñez Cubero | 10 de noviembre de 2024 | El León de Oro a la película «la habitación de al lado» de Pedro Almodóvar

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Comments 1

  1. Francisco José Ramiro García says:

    Copio una crítica complementaria de lo anterior:

    (Aresté, decine 21) Rendición incondicional
    Ingrid, escritora, se entera en Nueva York de que una buena amiga a la que hace tiempo que no ve, Martha, antigua corresponsal de guerra, padece un cáncer cervical. Acude a visitarla al hospital y le acompaña en tan dura situación, pues está distanciada de su única hija, Michelle. Cuando le anuncian que la enfermedad no tiene cura, su opción es clara, hablar de guerra contra el cáncer no tiene sentido, hay que tirar la toalla y recurrir a la eutanasia, práctica fuera de la ley, aunque ella se ha procurado una pastilla letal, que tomará en el momento más conveniente. Entretanto, y tras revelarle sus intenciones, pide a Ingrid que le acompañe en un casoplón en Woodstock, alquilado al efecto, ella nunca sabrá cuándo se va a quitar la vida, pero la puerta cerrada de su habitación será la señal de que ha procedido.
    A Pedro Almodóvar siempre le ha asustado rodar en inglés, varios fueron los proyectos anunciados y nunca ejecutados en este idioma, y al final dos cortos, La voz humana y Extraña forma de vida, le han dado el impulso necesario para rodar su primer largo en la lengua de Shakespeare, La habitación de al lado, inspirado en una novela de Sigrid Nunez. Se nota enseguida que el idioma sigue siendo un handicap, pues se diría que el manchego ha instruido a su reparto, especialmente a sus dos actrices protagonistas, Tilda Swinton y Julianne Moore, para entregar sus frases con gran nitidez, casi parece que estamos asistiendo a una lección de inglés, lo cierto es que incluso el no muy ducho entenderá las frases sin tener que leer los subtítulos. En cualquier caso, esto impregna al film de una gran artificialidad, de modo que los pasajes más expresivos son aquellos en que no hay palabras, y los rostros de las actrices comunican todo lo que tienen que comunicar.
    El gran problema del Almodóvar de los últimos tiempos es que ha perdido la frescura, antes lograba imprimir naturalidad a lo artificial o raro, aunque pudiera resultarte ajeno, ahora, simplemente, lo artificial resulta artificial; quizá porque su discurso intelectual no alcanza excesivas honduras. Está claro que ha entregado un film ideológico sesgado, donde defiende lo que algunos llaman muerte digna, o eutanasia, y que toda la vida se ha llamado suicidio, defensa continuada en todas sus entrevistas promocionales o al recoger su León de Oro en Venecia. Y a la hora de sostener estas u otras ideas, falta sutileza, por ejemplo a la hora de contarnos que las pastillas terminales se compran en la “dark web”, la impresión es que un neófito ha leído algo sobre el tema en la prensa y ha decidido usar este recurso; no es el único “pegote”, también chirría la chica lesbiana que pide a Ingrid un libro dedicado para su novia, los carmelitas homosexuales, ya se sabe que el sexo es fundamental en la vida, pero aún más en zonas de guerra, o el policía “fanático religioso”, y en fin, las citas cultas, literarias o cinéfilas, James Joyce, John Huston, Buster Keaton, o las toscas diatribas al neoliberalismo y la extrema derecha, resultan tremendamente impostadas.
    Sin duda que Almodóvar es alguien con talento y sensibilidad, increíble el partido visual que saca a los montones de libros cuando Ingrid los está dedicando, o el registro de la casa de Martha en busca de la pastilla perdida, con esos cajoncitos y mesas con objetos tan ordenaditos, ni Marie Kondo, vaya. También sabe crear intriga con la puerta abierta o cerrada, señal de vida o muerte, y lleva muy bien el momento en que Ingrid regresa de un almuerzo con Damien, antiguo amante de las dos amigas, al que da vida un sobrio John Turturro. En el reparto, los actores hispanos son puros comparsas, en cambio le saca partido a su entrenador personal el modelo italiano Alvise Rigo, y Alessandro Nivola compone sin despeinarse a su odioso policía

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