Un rey del norte de la India reunió un día a un buen número de ciegos que no sabían qué es un elefante. A unos ciegos les hicieron tocar la cabeza, y les dijeron: «esto es un elefante». Lo mismo dijeron a los otros, mientras les hacían tocar la trompa, o las orejas, o las patas, o los pelos del final de la cola del elefante. Luego el rey preguntó a los ciegos qué es un elefante, y cada uno dio explicaciones diversas según la parte del elefante que le habían permitido tocar.
Uno dijo que era como una pared de barro secada al sol. Otro dijo que era como un abanico plano, otro que era como el tronco de una gran palmera, o que era como una vieja cuerda, y así los demás.
Los ciegos comenzaron a discutir, y la discusión se fue haciendo violenta, hasta terminar en una pelea a puñetazos entre los ciegos, que constituyó el entretenimiento que el rey deseaba.
Este cuento nos muestra lo limitado que puede ser nuestro conocimientos de las cosas, y la tentación de querer obligar a los demás a que piensen como nosotros.
Algunos concluyen de ahí, que es necesario afirmar el relativismo de todo conocimiento, y la obligación de no pretender erigir como verdad el conocimiento personal. Este planteamiento conduciría a exigir una tolerancia que evitase hacer juicios de valor sobre las conductas, porque sólo de esta manera puede darse la democracia y el respeto mutuo.
El valor de igualdad de verdad para cualquier forma de vida, y la asunción de que cualquier comportamiento tiene el mismo valor que su contrario, parecerían exigencias de la edad alcanzada con el progreso.
Esto está implícito cuando se defiende que cualquier tipo de matrimonio, o vida familiar es igual que su contrario, o que tiene el mismo valor ético. Igualmente cuando se valora que mientras una conducta no esté prohibida por la ley éticamente tiene el mismo valor que su contraria.
Sin embargo, cabe otra forma de interpretar el cuento atendiendo al origen de la disputa: el rey que quiere divertirse a costa de los pobres ciegos.
En la sociedad actual también podemos encontrar quienes promueven sus propios intereses económicos, ideológicos, de poder político, etc. a costa de los demás, mediante el manejo hábil y sin escrúpulos de la opinión pública y de los demás resortes del poder.
No resulta muy complicado ocultar aspectos de la realidad y conducir a las personas a moverse por verdades a medias, y por titulares manipuladores, convenciéndoles de que tienen «toda la razón». También esta siendo desgraciadamente frecuente contemplar la incitación a la violencia. Cuando en una familia o en la sociedad se desacredita al otro con acusaciones injustas, o se le insulta sin más, se está fomentando el enfrentamiento entre las personas, o entre los grupos sociales.
Todos intentamos actuar reconociendo la libertad de toda persona a buscar el sentido de su existencia, y respetando la dignidad de todo hombre o mujer. Todos rechazamos la violencia antes los otros.
Por eso mismo, quizá deberíamos plantearnos, cómo facilitar el ejercicio de la libertad y el crecimiento de la paz social.
Cualquier persona que haga oír su voz a través de los medios de comunicación, debería plantearse no sólo como hacer prevalecer su postura, sino también si está procurando respetar la dignidad de sus discrepantes, y si está fomentando la paz social.
Hoy día tenemos debates sociales sobre la vida, la educación, la familia, la inmigración, la economía… ¿Se está buscando el bien de todos, o la implantación de la propia ideología en los demás? ¿Acaso no es hacer violencia a la sociedad ocultar datos, desacreditarse mútuamente, o gritar más fuerte para tener más razón? ¿No es violencia ampararse en las leyes para cometer injusticias con los más débiles?
Por los años que llevo de vida, y por mi propia experiencia profesional, convivo con mucha gente que ha sufrido y que sufre. Un caso, muchos niños y jóvenes viven en un gran sufrimiento por los problemas de sus padres entre ellos. Me pregunto, por ejemplo, si la ley del divorcio exprés está ayudando a los niños a crecer felices o está ignorando sus problemas, y sólo atendiendo a los deseos de los adultos que precisamente son directamente responsables de esos chicos.
Hay un proyecto de ley del aborto, que quiere facilitar el que se lleve a cabo según el deseo de la madre. Sin entrar en disquisiciones sobre derechos o conflictos de derechos. Bajando a la vida real, deberíamos preguntarnos si dentro de diez años habrá más mujeres felices, o si habremos aumentado el sufrimiento de estas. Bastaría escuchar a las mujeres que han abortado y a las que se ha ayudado a no tener que abortar, y podríamos hacernos una idea del futuro.
La verdad que nos permite ser libres, es un bien arduo de conseguir. Pero esta dificultad se convierte en un imposible cuando uno la ningunea.
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Interesante reflexión. La realidad es que, aunque todos los ciegos insistan en que su «visión» del elefante es la correcta, y por mucho que discutan entre ellos… el elefante existe y es como es. El relativismo del «no discutir, todos tienen su parte de razón» no sirve para nada, más que para que nadie llegue a conocer realmente cómo es el elefante.
Por otro lado, me pregunto quién es el rey que se divierte creando la confusión en sus súbditos ciegos…