La complicidad, o cooperación en el mal, plantea un particular problema en relación a la ética utilitarista que actualmente predomina en las revistas sobre bioética. De forma sorprendente, aunque coherente, Peter Singer, el decano del utilitarismo, acaba defendiendo a los guardias de Auschwitz en su reciente libro The Most Good You Can Do («Lo mejor que puedes hacer´´, en español).
‘‘Los altruistas implicados con estrictas intenciones utilitarias…habrían admitido que, en atención a una lectura plausible de los hechos relevantes, al menos alguno de los guardias en Auschwitz no actuaba erróneamente.’’
Cierto o no, este juicio no encaja con la intuición moral que en 2015 condujo a una corte alemana a sentenciar a un contable de 94 años a cuatro años de prisión por facilitar los asesinatos en masa en Auschwitz.
El problema de la complicidad perdura y es bien conocido por las ONGs internacionales como Médicos Sin Fronteras. En un reciente artículo publicado por el Journal of Medical Ethics, varias miembros de su personal y un especialista en ética de la British Medical Association abordan el delicado asunto de cómo MSF y otras ONGs deberían actuar cuando sus actividades humanitarias también dan apoyo efectivo a los regímenes opresivos. Ofrecen tres ejemplos del trabajo de MSF entre los refugiados rohingyas, con los refugiados sirios en Jordania y en Libia.
La literatura académica ha desarrollado asombrosamente bien el concepto de la complicidad, con diversas diferenciaciones y apartados: conspiración, cooperación, colusión, connivencia, condonación, consorcio, contigüidad, manos sucias, manos salpicadas, etc. Sin embargo, los autores parecer mostrar interés únicamente en examinar si el uso del concepto ‘‘complicidad’’ es suficiente para evaluar la moralidad de una ONG al decidir si se queda o se marcha, si coopera o se desentiende.
Razonan que una comprensión utilitaria de la complicidad, como la esgrimida por Singer, que compensa las consecuencias malas con las buenas, no es suficiente. Sin embargo, esto puede conducir a otro dilema moral: el narcisismo moral. Esto es ‘‘la posibilidad de que cuando los actores humanitarios se implican involuntariamente en muertes, puede que se centren más en su imagen como bien intencionados que en los intereses de los potenciales beneficiarios.’’
Muy cerca de estos límites es el área gris donde operan las bien intencionadas ONGs.
Por lo tanto, sostienen, las intenciones deben tenerse en cuenta -lo que es anatema para un cálculo utilitarista-. Citando a Bernard Williams, el filósofo moral británico contemporáneo que fue un formidable enemigo del utilitarismo, dicen
«Los agentes morales tienen buenas razones para buscar realizar sus (buenos) proyectos personales y, a veces, su compromiso con estos proyectos estará en tensión con las demandas de utilidad. Puede haber algo incompatible entre las exigencias de la integridad personal -nuestro deseo virtuoso de realizar nuestro yo en el mundo- y las exigencias del consecuencialismo «
La responsabilidad moral de las ONGs puede parecer una discusión esotérica u oscura pero podría arrojar algo de luz a las, cada vez más amargas, controversias actuales sobre la objeción al aborto, la eutanasia, y otros conceptos similares.
Titulo original: The morally messy world of international NGOs
Michael Cook | 25 Mar 2018 | Traducción: Enrique Montero
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