martes, 17 de septiembre de 2024

Deslizándose hacia la nada: la aceptación de la Eutanasia en Suecia

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Leo en Aceprensa el artí­culo: Suecia debate la cooperación médica al suicidio. En él se comenta el memorándum que el Consejo de Ética Médica entregó al Gobierno sueco, en el que se pide que se estudie la posibilidad de «asistencia médica a la libre elección de la muerte». La sociedad sueca ha reaccionado tomando diferentes posturas.

Lo que más llama la atención es el resultado de una encuesta realizada entre 1.200 médicos suecos. El 35% se mostró favorable al suicidio asistido, el 40% se opuso, mientras que el resto están indecisos.

Uno siente un cierto hartazgo de supuestos debates sobre temas de Bioética, que no lo son tal. El argumento más fuerte que se usa en este caso es la creciente aceptación por parte de los médicos acerca de este comportamiento pro eutanasia. A mí­ no me sorprende porque lo mismo ocurrió en Holanda: se impuso legalmente, porque ya habí­a sido aceptada en la práctica por la profesión médica, es más, ya habí­a sido no perseguida judicialmente en los años anteriores.

Por otra parte no me resulta raro que los médicos entren en esta dinámica. Sé que existe el Juramento Hipocrático, incluso en su versión actualizada por la WMA (Asociación Médica Mundial), y que la profesión médica está vocacionada para curar y cuidar. Pero también entiendo que los profesionales de la sanidad son personas de nuestro tiempo, de nuestra cultura, y por tanto de nuestra forma común de pensar. Esta, por su aceptación tácita de la relatividad de todo conocimiento y de toda decisión, lleva inapelablemente a la nada: nada vale la pena. Todo es admisible.

Veo con buenos ojos movimientos que se oponen a leyes que a mí­ me parecen bárbaras, y sé que tengo que apoyarlos. Es más, pienso que a veces pueden llegar a parar una ley, o al menos, modificarla en sus aspectos más dañinos. Se ha conseguido recientemente en Uruguay, y quizás también se consiga en la Onu. Me ilusiona que este domingo haya más de 150 «quedadas» en pueblos y ciudades de España, para pegar carteles defendiendo la vida humana.

Pero me parece más interesante ir al fondo. Junto a lo anterior, promover un descubrimiento de la grandeza del ser humano, de la que continuamente se nos intenta desengañar. Apoyar diálogos y encuentros en los que se contemplen las acciones que lleva a cabo el hombre, cuando escucha su corazón y se abre a los demás. Difundir una cultura de la admiración ante el hombre en su pura desnudez. Hablar del amor, de la comunión de la alegrí­a ante la vida. Hoy he asistido a una fiesta familiar y habí­a más de 12 niños menores de 4 años. Telefoneo para felicitar a un amigo, y me dice que están esperando su tercer hijo. Esto sí­ que es la vida, y el gozo, y la ilusión. ¿Cómo no ven esto tantas autoridades y «comunicadores» que parece que están todaví­a iniciando la revolución del 68?

La eutanasia, los embriones hí­bridos, el aborto libre, la sexualidad animalizada»¦ Si, hay que frenar, pero sobre todo hay que proyectar al firmamento las luces de vida que a todos nos hacen brillar los ojos. Parecen conquistas de libertad, y en cambio son disoluciones de su contenido.
Observo un deslizamiento por el plano inclinado de la inacción, ante la ruptura de cualquier lí­mite que concrete la inefable «dignidad humana». Y estas concreciones son necesarias porque de lo contrario cada persona concreta queda en manos de alguien más fuerte para imponer su «libertad» a los demás.

Soy optimista porque tengo total confianza en los hombres y las mujeres, y en su necesidad de verdad y de bien. Pero eso es compatible para que mientras tanto no deje de observar el aumento del sufrimiento en tantos niños y mayores que están siendo ví­ctimas de la «libertad» de los demás.

No he leí­do todaví­a (y no sé cuando llegará a Canarias) el libro El Buen Adiós que acaban de publicar Jesús Poveda y Silvia Laforet. Me parece que va a ser interesante, conociendo la carga vital de Jesús.

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Comments 4

  1. Cecilia says:

    Es frecuente que después de una tarde de consulta, vuelva a mi casa con alguna duda del punto de vista ético que más tarde planteo a mis alumnos de IV año de Medicina o a los internos. Lo último que me he planteado, en relación al actuar de un colega, es si los médicos tenemos realmente derecho a imponer a nuestros pacientes un determinado laboratorio farmacéutico. Personalmente creo que no, pero con frecuencia vemos que algunos médicos, sobre todo de ciertas especilidades tienden a imponer a sus pacientes algún laboratorio farmacéutico porque dicen «es el original». Esto crea no pocos problemas en el paciente quien no desea «desobedecer» a su doctor (modelo de relación paternalista muy difundido aún en latinoamérica) y ocurre que son pacientes crónicos, con comorbilidades y no siempre están en condiciones de financiar una larga receta donde abundan » las drogas originales».
    Me gustarí­a recibir comentarios al respecto.

  2. fjr says:

    Cecilia, describes la situación normal de lucha por la honestidad. La petición de consentimiento informado, no consiste en obtener un permiso para obrar lo que más nos interesa, sino en comprender la autonomí­a del paciente, y fomentarla dandole información verí­dica.
    Ciertamente todos debemos intenta obrar con honestidad y promoverla a nuestro alrededor. No es fácil, pero nos descansa el espí­ritu.

  3. JORGE says:

    El primer principio de la ética médica es «primum non noscere», es decir: «primero no hacer daño».

    Muchos médicos olvidan que no estamos para matar, sino que es tarea irrenunciable para el médico, curar cuando se pueda, aliviar en lo posible y consolar siempre.

    Gracias y bendiciones

  4. JORGE says:

    Respecto de lo que comenta Cecilia, creo que todo profesional tiene derecho a recomendar (no imponer) a su laboratorio de preferencia, pero no ha de exigir que el paciente le haga caso. De acuerdo a sus posibilidades puede usar el mismo principio activo fabricado por otro laboratorio.

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