Con cierta frecuencia la reacción ante hechos sorprendentes por su discordancia con lo que consideramos ético, es manifestar escándalo. Entiendo que es una reacción primaria. Incluso admito que es necesario mantener una actitud de sorpresa ante esas situaciones, para no acabar acostumbrándose a todo. Sin embargo es no basta.
La cultura se construye con nuestra participación, o sin nuestra participación, pero se va construyendo. El reto, desde el punto de vista ético y logístico, es decidir qué aporta uno a esa construcción. Se conforma con mirar, o con pasar de largo, o se arremanga los brazos, y se pone a enhilar ladrillos.
Participar en la sociedad implica dedicar tiempo, esfuerzo y también dinero. Cada uno tenemos 24 horas, unas energías físicas y mentales, y algo -o mucho- de dinero. Todo esto lo dedicamos a las metas que elegimos. La pregunta es cuánto dedicamos a difundir una cultura de la vida.
Hace unos días vino una madre soltera que ayuda en RedMadre para tener un encuentro con adolescentes de 17 años en el colegio donde trabajo. No fue una conferencia brillante, o una exposición argumentada, fue la transmisión de una vivencia. Consiguió el objetivo, bajar a estas personas del mundo de las nubes de frases hechas, y de tontería teórica y enfrentarles con el mundo real y el sufrimiento.
Hay una gran multitud de iniciativas, pero también hay mucha gente, que no ha pasado de la queja a la implicación en algo. Que todavía no le cuesta ni tiempo, ni esfuerzo, ni dinero. El video que hemos traído es de la Fundación Vida.
También desde aquí quiero invitar en el proyecto colaborativo de Bioeticawiki.
Se pueden dar a conocer otras iniciativas o contar lo que estamos haciendo en:
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