El caso de la hija-nieta de la artista Ana Obregón ha supuesto una noticia no solo para la crónica social española e internacional, sino para la bióetica. No en vano, el pasado 3 de marzo de 2023, se presentó la Declaración de Casablanca, firmada por 100 expertos de 75 países, en la que se pedía a los Estados la abolición universal de la gestación por subrogación.
La repercusión mediática de la llegada al mundo de Ana Alessandra Lequio Obregón (hija biológica de Aless Lequio Obregón) por maternidad subrogada en Estados Unidos ha vuelto a poner en el primer plano de la actualidad esta modalidad de “maternidad” supuestamente moderna, pero no exenta de controversia. El distópico caso Obregón aúna una serie de cuestiones que cabe analizar:
1. Bioéticas
2. Jurídicas
3. Sanitarias
4. Psicológicas
5. Económicas
La relevancia bioética es más que evidente teniendo en cuenta la concepción de esta niña, cuya madre biológica no es Ana obregón, sino una “madre de alquiler” mediante transacción económica, y cuyo padre es el hijo fallecido de la primera.
Sin embargo, la génesis de este alumbramiento hunde sus raíces en la posibilidad de un duelo cronificado que la artista española no ha sabido o no ha podido transitar. La muerte de un ser querido, y en particular, de un hijo es un hecho sentimentalmente sin parangón, y resulta evidente que nadie puede ponerse en su lugar. No obstante, su manera de enfocarlo es, como mínimo, cuestionable por diversos motivos.
En primer lugar, los bebés no son objetos de mercado, (por mucho que la maternidad subrogada lo posibilite), que se puedan utilizar para paliar el dolor, porque la vida humana es constitutivamente vulnerable, y el sufrimiento forma parte de ella. Querer aniquilar el sufrimiento humano mediante medios tecnológicos de fertilidad convierte el nacimiento de un bebé únicamente en un medio para aliviar las circunstancias de la vida, por muy doloras que sean. De este modo, se contraviene el imperativo categórico kantiano, que insta precisamente a no tratar al ser humano como un medio, sino como un fin en sí mismo, si se desea proteger y respetar la dignidad. La exposición mediática de esta niña en redes sociales y prensa escrita son un claro ejemplo de la magnitud de esta infracción moral.
A nivel bioético, las reticencias mostradas desde un primer momento ante el fenómeno de la maternidad subrogada siguen aplicándose a este caso. En este mismo blog, se han publicado diversos artículos al respecto que analizan todos los aspectos (bio)éticos asociados, y que ponen el acento en la deshumanización inherente tanto de la madre biológica como del niño, así como en la mercantilización del cuerpo de la mujer.
La situación económica y social de la madre gestante (término que se aplica a la mujer que lleva adelante el embarazo) son condicionantes de las decisiones de estas mujeres que deciden “alquilar su vientre” sin posibilidad de otorgar un consentimiento realmente informado, tal como se ha puesto de manifiesto en la guerra de Ucrania.
A nivel jurídico, el artículo de Encarnación Roca Trias publicado recientemente en Bioeticaweb aporta luz jurídica para analizar este caso. El problema principal que plantea es el hecho de que legalmente, en España, la madre de esa niña es la que ha dado a luz, es decir, “la madre gestante (vientre de alquiler)” y no así Ana Obregón. Dado que la gestación subrogada está prohibida en España, el contrato firmado en el extranjero sería nulo de pleno derecho.
Por otra parte, la filiación genética con el padre, Aless Lequio, se establece tras una inseminación “post mortem” que, en España, está permitida si se cumplen dos condicionantes:
- Que el padre expresara su voluntad explícitamente (supuestamente, se cumple).
- Que la madre fuese la pareja o esposa del fallecido y se hubiera realizado antes de los doce meses siguientes a su muerte.
Desde luego, la segunda condición no se ha cumplido, de manera que Obregón debería adoptar a esa niña en España para crear un vínculo legal, extremo que tampoco es posible dada su edad.
La filiación de esa niña es inexistente según el ordenamiento jurídico español y, por consiguiente, se encuentra en un limbo legal. En el futuro, se verá cómo se resuelve este problema, sentando quizás jurisprudencia o posibilitando incluso la mercantilización de la filiación, que dependerá, de nuevo, de una transacción económica.
A nivel sanitario y económico, es evidente que las condiciones de gestación y parto de esa niña han sido sufragadas por Ana Obregón de manera privada. Eso implica que esta nueva manera de “transitar el duelo” también está marcada por las condiciones económicas del doliente.
De hecho, se han utilizado los medios económicos para sustituir a un hijo, algo que no es posible a nivel sentimental; y se siguen esgrimiendo argumentos económicos para garantizar el futuro de esa niña, si su abuela-madre falleciera antes de tener plena autonomía. La conclusión es que la educación, crianza y apego de un hijo se reducen a cuestiones meramente económicas y no relacionadas del vínculo biológico y sentimental madre-hijo. Como dice Encarnación Roca, la hija-nieta de Ana Obregón legalmente es “hija de nadie”, y sentimentalmente también, dado que la futura explicación de sus orígenes a esta niña es otro debate éticamente muy delicado.
A nivel psicológico, tal como se ha apuntado al principio, parece evidente que el duelo de Ana Obregón se ha cronificado y se ha transformado en una obsesión patológica por revertir una situación vital y biográfica que, por muy injusta y dura que sea, forma parte del devenir de la vida. De las cinco fases del duelo enumeradas por Elisabeth Kübler Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación, parece que ella se ha quedado anclada en la primera, sin posibilidad de avance por los cauces habituales.
Los medios económicos y tecnológicos han ofrecido a Ana Obregón una salida (bio)ética y psicológicamente errónea a su duelo. La falta de autonomía y libertad de la madre gestante en un país como Estados Unidos, en el que el dinero es altamente necesario para sobrevivir no solo a nivel básico, sino sanitario, le ha permitido disponer de muchas voluntarias para un proceso vital y biográfico distópico.
La realidad es que la gestación subrogada ha dejado de ser el recurso de parejas con problemas de fertilidad, y se ha convertido en la manera de crear de la nada vínculos genéticos con bebés por motivos diversos (no querer sobrellevar un embarazo, o no poder hacerlo por motivos biológicos como Ana Obregón).
El egoísmo y narcisismo de la sociedad actual constituyen el asidero de recursos sanitarios posibles, pero éticamente inaceptables. Asimismo, se desconocen (o se prefiere omitir), las consecuencias físicas y psicológicas del hecho de apartar a la madre biológica de su bebé tras el parto.
El caso Obregón vuelve a hacer hincapié en la necesidad de poner freno a los avances tecnológicos desprovistos de una reflexión y deliberación éticas de calidad. Como diría Jürgen Habermas, no todo lo técnicamente posible, es éticamente aceptable.
Un precioso poema de Fernando Pessoa, traducido magistralmente por Octavio Paz,
decía lo siguiente:
Soy un evadido.
Luego que nací,
En mí me encerraron
Pero yo me fui.
La gente se cansa
Del mismo lugar,
¿De estar en mí mismo
No me he de cansar?
Mi alma me busca
Por montes y valles.
Ojalá que nunca
Mi alma me halle.
Ser uno es cadena,
No ser es ser yo.
Huyéndome vivo
Y así vivo estoy.
El caso Obregón es un buen ejemplo de esa huida de uno mismo y de sus consecuencias. No es posible vivir o sobrevivir a toda costa, no es posible convertir los “deseos” en “derechos”, para evitar, o más bien enmascarar, el sufrimiento. No todo vale en esa huida delante.
Por ese motivo, es imperativo seguir buscando el alma hasta encontrarla para poder así descansar y aceptar el fatum, a menudo aciago y cruel, con estoicismo y fuerza vital. Solo desde ese encuentro crucial con uno mismo, es posible tomar decisiones que sean “éticamente aceptables” y “biográficamente satisfactorias”.
Sonia Jimeno
- Doctora en Bioética y Éticas aplicadas.
- Licenciada en Traducción e Interpretación, Universitat Pompeu Fabra (UPF) (1999); licenciada en Filosofía, Universitat de Barcelona (UB) (2006); Máster Oficial en “Ciudadanía y Derechos Humanos: Ética y Política”, Universitat de Barcelona (UB); Tesina en La lucha por las patentes: aspectos legales, materiales y políticos de la propiedad industrial en la industria farmacéutica. Beca de investigación concedida por la Fundació Víctor Grífols i Lucas sobre bioética por el proyecto de investigación titulado «Las patentes biotecnológicas: en los límites de la legalidad» en nombre de la Universidad de Barcelona. Doctora en Bioética y Éticas aplicadas (Programa de doctorado Ciudadanía y Derechos Humanos). Título de la tesis doctoral: Poder de las patentes y bioprecariedad: cuestiones de legalidad y de legitimidad (https://www.tdx.cat/handle/10803/662732).
- E-mail: sjr@curellsunol.es
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