Lo que ha hecho Torres Baena durante los último 10 años muchos lo clasifican de canallada, y de labor de corrupción de gente joven, con lo cual estoy de acuerdo. Él se defiende diciendo que para él ha sido una forma de vivir su enseñanza que considera normal.
¿Cómo es posible que, sobre el mismo hecho, se puedan hacer calificaciones tan dispares y opuestas? ¿Cómo puede darse una contradicción tan grande entre lo que es bueno y lo que es malo? El hecho de que este caso ocurra, y otros de tipo semejante, quizá debemos buscarlo en las diversas formas de entender la sexualidad que están presentes en nuestra sociedad.
Supongamos que nos movemos en un ambiente que enfoca la sexualidad como una actívidad lúdica cuya principal función es producir placer. Además aceptemos fácilmente que los niños pueden ser «menores maduros«, es decir, que pueden tomar sus decisiones sin que los padres tengan ningún papel en estos asuntos, es más, si uno piensa que se pudieran oponer, tiene derecho a que no se enteren.
Además defendamos que el lugar más importante de educación sexual es la escuela. Su contenido debe consistir en enseñar las técnicas de obtención de placer, animar a hacer experiencias de diverso tipo, y advertir que en cualquier caso lo importante es el «sexo seguro»: no-embarazo, no enfermedades. Por supuesto, enseñemos que las relaciones sexuales deben tenerse sin hacer violencia al otro, porque eso es lo que significa respetar la libertad de los demás. Enseñemos que lo ético es saber cómo desvincularse de la pareja cuando deja de sernos atractivo/a
Estos planteamiento se producen, además, en un clima en el que la ética y la mora debe ser siempre relativas. Cada uno puede pensar, y hacer, lo que quiera siempre que lo lleve a cabo sin violencia. Es más, en esto consiste el valor propio de la tolerancia.
Si se acepta este magma cultural, entonces alguien podría encontrar cierta coherencia en el comportamiento de «el karateka».
En efecto, siempre podrá defender que lo que hizo fue enseñar prácticamente a conseguir experiencias sexuales placenteras, que los niños por sí sólos habrían tardado más tiempo en empezar a disfrutar. Posiblemente hable también de que sus actividades entraban dentro del llamado «sexo seguro», de lo contrario habría saltado la alarma mucho antes. Faltaría sólo que demostrase que lo hizo sin violencia, sólo «convenciendo a sus víctimas».
La Ley de Reproducción Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, que ha sido publicada el 4 de marzo, ha levantado unos debates fuertes por el tema del aborto, pero ha pasado más desapercibida la exigencia que impone de educación escolar de la sexualidad.
Quizá es un buen momento para pensar en cómo vamos a educar a las generaciones de jóvenes, sobre todo en los que podamos tener más cercanos. La misma tolerancia exige que se respeten los distintos planteamientos, y que las escuelas, públicas o privadas, pregunten a los padres sobre los valores que ellos quieren transmitir a sus hijos.
Porque algunos padres pueden tener una forma distinta de pensar la sexualidad. Por ejemplo pueden querer que se hable de la necesidad de integrar estos actos humanos con la afectividad y el amor. Para muchas personas las relaciones sexuales no pueden ser consideradas con simpleza, como quien elige un caramelo y se lo come.
Este tipo de relaciones puede afectar a lo más profundo del ser humano, hacerle feliz, o cerrarle la puerta. Pueden enseñar a valorar a los otros o a utizarlos. Pueden marcar profundamente la vida de una persona, sobre todo si está en proceso de formación.
Con este planteamiento se entiende que el lugar idóneo para que un niño y un joven vaya madurando en la integración de su afectividad, sexualidad y donación, sea la familia. Ciertamente no sólo, y de ahí el papel de la escuela.
Pero el niño descubre el amor, porque se siente amado. Descubre la diferencia de sexos, porque ve a su padre y a su madre y a sus hermanos. Aprende a amar cuando va ayudando a los demás. Sabe que es aceptado por el sólo hecho de existir. Todo esto le va conduciendo a descubrir una forma grade de vivir el amor interpersonal sexuado.
Estamos viviendo unos años que son una encrucijada muy importante porque se inician caminos que en un futuro no lejano van configurar la sociedad, la felicidad y el dolor. De esa sociedad seremos responsables nosotros.