sábado, 25 de enero de 2025

¿Por qué la izquierda se pierde la oportunidad de defender la vida?

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Norberto Bobbio

No lo digo yo, lo dice Norberto Bobbio (1909-2004), conocido filósofo italiano que participó en la lucha anti fascista y que siempre mantuvo un modo ateo de entender la vida.

Actualmente, aparte de lo trasnochado que resulta hablar de izquierdas y de derechas, habrí­a que constatar que muchas veces los llamados de «derechas», tampoco argumentan claramente defendiendo la vida.

Quizá el posicionamiento ante la vida débil, caracteriza mucho más a las personas que otras etiquetas pericilitadas. ¿Está cambiando la manera de entenderse a sí­ mismo en su en la sociedad? Puede que esté ocurriendo algo de esto. Entrarí­an a formar parte de esta forma de participar en la construcción de la sociedad, el sentido que se tiene de la familia, de los derechos humanos, de la libertad en la educación.

Me parece muy interesante recoger las palabras de Bobbio en una entrevista en la que se enfrenta con algunos de los clichés sociales más actuales, invitando a profundizar en la realidad permanente del hombre. Al leer sus palabras resaltan por su patetismo las declaraciones que estamos oyendo en España estos dí­as -de ministros o de defensores de los linces-, para denostar la campaña de rechazo al aborto.

Entrevista publicada por Il Corriere della Sera en mayo de 1981, cuando se planteó en Italia una eventual legalización del aborto.

Norberto Bobbio: No hablo a gusto de este asunto del aborto. Es un problema muy difí­cil, el tí­pico problema en el que nos encontramos frente a un conflicto de derechos y deberes.

N.B.: No veo qué sorpresa puede haber en el hecho de que un laico considere como válido en sentido absoluto, como un imperativo categórico, el «no matar». Y a mi vez me sorprende que los laicos dejen a los creyentes el privilegio y el honor de afirmar que no se debe matar.

Corriere della Sera: ¿Qué derechos y qué deberes están en conflicto?
N.B.: Ante todo el derecho fundamental del concebido, el derecho a nacer, sobre el cual, creo yo, no se puede transigir. Es el mismo derecho en cuyo nombre soy contrario a la pena de muerte. Se puede hablar de despenalización del aborto, pero no se puede ser moralmente indiferente frente al aborto.

CdS: Usted hablaba de derechos, no de un solo derecho.
N.B: Está también el derecho de la mujer a no ser sacrificada por un hijo que no quiere. Pero hay también un tercer derecho: el de la sociedad, el derecho de la sociedad en general y de las sociedades particulares a no estar superpobladas, y por tanto a ejercer el control de la natalidad.

CdS: ¿Y no le parece que, puestas así­ las cosas, el conflicto entre estos derechos es inconciliable?
N.B: Claro, son derechos incompatibles. Y cuando uno se encuentra frente a derechos incompatibles, la elección siempre es dolorosa.

CdS: Pero hay que decidir.
N.B: He hablado de tres derechos. El primero, el del concebido, es el fundamental; los otros, el de la mujer y el de la sociedad, son derechos derivados. Por otro lado, y para mí­ este es el punto central, el derecho de la mujer y el de la sociedad, que suelen esgrimirse para justificar el aborto, pueden ser satisfechos sin necesidad de recurrir al aborto, evitando la concepción. Pero una vez hay concepción, el derecho del concebido sólo puede ser satisfecho dejándole nacer.

CdS: ¿Cuál es su crí­tica a la ley 194 [la ley italiana sobre el aborto]?
N.B.: Su primer artí­culo dice que el Estado «garantiza el derecho a la procreación consciente y responsable». Según creo, este derecho sólo tiene razón de ser si se afirme y se acepta el deber de una relación sexual consciente y responsable, esto es, entre personas que conocen las consecuencias de sus actos y están dispuestas a asumir las obligaciones que de ellos se derivan. Reenviar la solución al momento en el que la concepción ya se ha producido, esto es, cuando las consecuencias que se podí­an evitar no se han evitado, esto me parece que es huir del fondo del problema («¦).

CdS: ¿Y si derogando la ley se volviera al drama y a la injusticia del aborto clandestino? El aborto es una triste realidad, no se puede negar.

N.B.: El hecho de que el aborto esté extendido es un argumento debilí­simo desde el punto de vista jurí­dico y moral. Me sorprende que se adopte con tanta frecuencia. Los hombres son como son, pero precisamente por eso existen la moral y el derecho. El robo de automóviles, por ejemplo, está muy extendido y es algo ya casi impune, pero ¿eso legitima el robo? («¦).

CdS: ¿Existen acciones moralmente ilí­citas pero que no son consideradas ilegí­timas?

N.B.: Ciertamente. Cito las relaciones sexuales en variadas formas, la infidelidad, la misma prostitución. Permí­tame recordar el Ensayo sobre la libertad de Stuart Mill. Son palabras escritas hace más de cien años, pero actualí­simas. El derecho, según Stuart Mill, debe preocuparse de las acciones que hacen daño a la sociedad: «El bien del individuo, ya sea fí­sico o moral, no es una justificación suficiente».

CdS: ¿Puede valer esto también en el caso del aborto?

N.B.: Dice también Stuart Mill: «Sobre sí­ mismo, sobre su mente y sobre su cuerpo, el individuo es soberano». Ahora las feministas dicen: «Mi cuerpo es mí­o y lo gestiono yo». Parecerí­a una perfecta aplicación de este principio. Pero yo digo que aplicar ese razonamiento al aborto es aberrante. El individuo es uno, singular, pero en el caso del aborto hay un «otro» en el cuerpo de la mujer. El suicida dispone de su propia vida. Con el aborto se dispone de una vida ajena.

CdS: Toda su larga actividad, profesor Bobbio, sus libros, sus enseñanzas, son el testimonio de un espí­ritu firmemente laico. ¿Imagina cuál será la sorpresa en el mundo laico por estas declaraciones suyas?

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