He podido ver estos días la película La Ola de Dennis Gansell, que traslada a la Alemania actual, una novela de Todd Strasser cuya acción transcurría en EEUU,
El argumento gira alrededor de la posibilidad del nacimiento de una ideología totalitaria en un ambiente democrático. No se trata de indagar si puede haber algún grupo marginal donde pueda surgir esta ideología.
El planteamiento se hace con jóvenes «normales», «demócratas», «sin problemas», más que los normales en adolescentes. ¿Sería posible atraer a estos muchachos y muchachas hasta hacerles desear participar en un régimen totalitario?
La cuestión de fondo que se plantea es cómo evitar que se reproduzcan experiencias históricas que bajo ningún concepto desearíamos que volviesen. Con la cultura que estamos produciendo, ¿podemos sentirnos seguros? La película cuenta una historia real pero no da respuesta a estas preguntas.
Podemos pensar que esas cosas a nosotros no nos pueden pasar. Sentirnos seguros y orgullosos de nosotros mismos y de nuestra sociedad. Sin embargo, las cosas no están tan claras. Tenemos un problema cultural y social importante: las relaciones entre el relativismo y la libertad.
Por una parte defendemos la necesidad de respetar la libertad de todas las personas. Identificamos este respeto a la libertad, con la negación de que se pueda tomar algo como realmente verdadero o bueno. Exigimos una tolerancia que implica esta negación y la actitud de indiferencia respecto al sentido de vida de los demás.
No es que no haya normas. Pero se trata siempre de normas «débiles» de contenido: no fumar públicamente, ni una lata de cerveza en los colegios, no superar velocidades menores en carreteras o autovías. Los preceptos positivos también son «debiles»: cuidar las plantas, echar los desperdicios en los contenedores adecuados, sonreir a todo el mundo, hablar sin gritar.
Se trata de normas y preceptos válidos, pero «débiles»: exigen poco compromiso a las personas, tan sólo unos comportamientos sociales «adecuados». Por ejemplo, no se va a fumar en el colegio, pero a la salida, o el fin de semana, se van llenar de droga; en los anuncios no aparecen bebidas alcohólicas, pero se admite que se tiene derecho al botellón y a la bi-borrachera semanal durante el curso.
Los adultos o no pretenden dar ningún ejemplo, o no tienen ganas de darlo, o no se les permite que lo den. Lo habitual es catalogar sus infidelidades, mentiras, juegos, irresponsabilidades en su tarea profesional, caprichos, tonterías, como ejercicio de su libertad.
Por otra parte la tentación es plantear la imposición de la ideología contraria: la autarquía, sea religiosa, política, o económica. Lo mejor es que mande uno, y todos obedezcan, porque así todos sabrán a qué atenerse, no se experimentará el vértigo de la libertad, y no habrá que asumir ninguna responsabilidad.
En ambas situaciones hacemos uso de las «grandes palabras»: dignidad, humana, libertad, bien común, felicidad, ciudadanía, derechos humanos, pero se manipula su significado real
¿Cómo construir entre la libertad vacía y la falta de libertad? Hace un rato leía en Facebook una noticia: Chema Caballero, 17 años rehabilitando niños soldado. Alguien que no conozco está junto a personas que tienen problemas, las considera sus iguales, y está ayudando a cada uno a encontrar su camino en la vida.
Cierto, él está en Sierra Leona. Pero es igual, a nuestro alrededor hay gente de todo tipo con la que contínuamente estamos interaccionando. Las posibilidad de tratar de una forma u otra a personas que nos rodean, está continuamente presente en nuestra vida.
Por ello me parece que las «grandes palabras» y la «ética personal y ciudadana», tienen un punto de partida: considerar al que está a tu lado como alguien exactamente igual a tí, y mirarle como quien está dispuesto a echar una mano para ayudarle, o dejarse ayudar, para ser todos felices. Esta es la piedra de toque de las «grandes palabras». No se puede hablar de respetar la dignidad de los otros, si uno les miente y nadie dice nada. No se puede hablar de trabajar por los más necesitados, si uno es incapaz de controlar sus propios caprichos.
Es cierto, que este planteamiento pide una cultura del esfuerzo, y del sentido de la responsabilidad de nuestras acciones en nosotros mismos y en los demás.
La crisis económica, ¿nos ayudará a crecer en este aspecto?
Comments 8
LA OTRA (misma) OLA
sabemos desde el origen de las sociedades, respecto de estas
mal entendidas «libertades individuales», (libre albedrío). solo una sociedad que comprenda que los limites de cada ser humano, esta en corespondencia con la responsabilidad que se tiene con cada acto por pequeño que sea, nos dará la suficiente garantía de una homeostasis tanto interna como socialmante aceptable. «Hoy comprendo un poco más que ayer», solo biene de una actitud reflexiva, introspectiva, de cada pensamiento emitido, de cada movimiento prolongado bidireccionalmente(interno y externo). La palabra ALTERIDAD adquiere en estos tiempos un caracter de urgencia.
Me ha impresionado el comienzo de tu texto, aunque creo que luego das un salto en el vacío y aterrizas en otros temas que, aunque también son de í‰tica, me parecen bastante alejados del comienzo. Me parece interesante el tema de las «normas débiles». Y explico por qué.
También yo me pregunto a veces si en el avanzado Occidente (Europa y EE.UU, principalmente) no habremos iniciado la decadencia, el declive de la civilización, si no estaremos abocados a ideologías totalitarias que «pongan orden» en el caos al que nos dirigimos por culpa de la extensión del relativismo. (Miremos la Historia y aprendamos de otras civilizaciones que nos precedieron y cayeron, creyéndose ellos mismos que durarían para siempre).
Esas ideologías totalitarias no tienen porqué ser de carácter nazi o comunista (aunque pueden serlo), pues no olvidemos que a las puertas tenemos el Islam, una religión con ambiciones de gobernar políticamente el mundo. Sus normas son primitivas, pero a la vez son «normas fuertes», que ponen orden en medio de una sociedad relativizada, y eso le hace ganar adeptos, que se ven justificados al imponerla a otros aunque sea a través de guerras o de terrorismo.
Una crisis económica aguda como la actual, u otro tipo de hecatombe (cambio climático, epidemias, etc.), podrían abrir las voluntades a una ideología de pocas premisas pero con fuerte impacto en el comportamiento personal (aunque sea de forma fingida), a través de «normas fuertes», como puede ser cualquier ideología totalitaria. Por ejemplo, la adhesión cerrada al Islam de muchos musulmanes admira a muchos y convence a otros tantos a abrazar dicha doctrina. (Por otro lado, la llegada indiscriminada de musulmanes a Europa está haciendo renacer movimientos neo-nazis que también se apoyan en unos pocos postulados y en unas pocas «normas fuertes», en contraposición a las «normas débiles» que se cuelan en la legislación de Europa. Y estos movimientos también están creciendo).
Volviendo al principio, mencioné la palabra «decadencia». Para mí, la decadencia comienza con el relativismo moral; de éste, se pasa a la relajación de las costumbres y, de esta relajación, a un egoísmo socialmente aceptado: cada uno mira ya sólo por su bienestar. Esto conduce a personas insolidarias y, en último extremo, a aceptar ampliamente y legalizar conductas como el aborto, la eutanasia y la eugenesia. De aquí, a delatar al vecino (que cuestiona la doctrina oficial), sólo hay un paso. Y la delación es el oxígeno del totalitarismo. Si una sociedad aguantara mayoritariamente la presión mafiosa o para-policial (a veces tortura) y no delatara a nadie, el totalitarismo no tendría nada que hacer allí.
Pero en una sociedad de egoístas, todos quieren salvar el culo, y cualquier acto está justificado para ello: si una madre puede matar al hijo de su vientre para librarse de un embarazo, cualquier otro acto estará más que justificado, y los demás seguirán el mismo camino, cada uno según su necesidad para salvar su vida, aunque sea acusando falsamente al vecino, al amigo, al jefe, a la esposa. Es el caldo de cultivo de cualquier doctrina totalitaria. (Estos comportamientos de delación han sido frecuentes en las guerras balcánicas, hace pocos años, en el corazón de Europa. Así que no estamos tan lejos de ellos).
Si, debido a ese egoísmo, no hay una sociedad civil fuerte que proteja la vida humana incluso con heroismo, cualquier ideología totalitaria tiene el campo abierto para implantarse, a través de las urnas en un primer estadio, y acorralando, encarcelando y eliminando a los adversarios en momentos posteriores.
Y hoy día, nuestras leyes y nuestra Europa no están protegiendo la vida humana, y mucho menos con heroísmo.
Una sociedad de egoístas no tiene recursos morales para hacer frente a cualquier poder que se le imponga por las armas. Eso es lo que, en mi opinión, ocurrió en la Alemania pre-nazi. La 1ª Guerra Mundial arrancó muchas convicciones morales que podrían haber servido de freno al nacionalsocialismo. Y puede volver a pasar en algún momento y lugar del Occidente democrático. Sólo falta la chispa.
tienes razón en lo que dices de que ha salido un post un poco deslabazado. El tema es romper el mito de que «a nosotros no nos puede pasar», porque «somos más listos». Ya sé que mucha gente lo sabe, pero no muchos son conscientes de la debilidad de la conciencia si no hace fuerza para mantenerse enfocada a la búsqueda de la verdad.
Con «normas débiles» quiero pinchar los globos de muchas normas sociales que van surgiendo en la sociedad, y que su fuerza está sólo en la imagen mediática que se les da. Tienen cierto valor, pero no el que socialmente se les atribuye.
De las «normas fuertes» , me da miedo la apariencia de no respetar la libertad. Pienso que deben ser fuertes por el valor que protegen, y por eso que deben ser explicadas al menos su fundamentación. Se corre el peligro de que «como tengo la verdad te obligo».
Por eso me parece que una prueba de que son «fuertes» y no fundamentalistas, es ver cómo mueven a tratar a las personas concretas.
Estoy de acuerdo con la realidad de la situación actual, que confunde la verdadera libertad (no la física, sino la que se construye dia a a dia con el dominio de si mismo y dando su lugar a la hegemonía de la razón) ,y su consecuencia, la responsabilidad ( la de responder , en primer término a la propia conciencia, y en segundo a los demás , de lo realizado) .
Ambas se tergiversan cotidianamente. Se entiende como libertad la carencia de freno alguno :el libertinaje, afecte a quien afecte . De la responsabilidad mejor ni hablar, porque esa aparentemente no existe. Es posible robar , abusar, mentir, sin ninguna consecuencia. ¿Realmente estamos educando las conciencias de las nuevas generaciones para ser responsables?
La libertad ha sido depositada en un nicho que se llama relativismo. Este hecho hace que se pierda la principal característica de la libertad, la dirección hacia el bien y la verdad. Si el ejercer la libertad significa poner en acción lo que yo creo, lo que me parece, con lo que simpatizo, la acción que deriva de ese criterio es una negación a la libertad.
Me parece muy interesante el post de JJ. García Noblejas, que recoge un artículo de Alejandro Llano: «La verdad como pasión»
Gracias por tu comentario, da ánimos para seguir adelante